Bienvenido a Cartagena de Indias

El Barrio de Torices


Foto de la casa de Carlos Crismatt Esquivia en la parte alta de calle Bogotá, en Torices.


Por: Carlos Crismatt Mouthon

EL INICIO

La falta de espacio en el centro de la ciudad motivó a muchos de sus habitantes a buscar nuevos rumbos, algunos de ellos en los terrenos del actual barrio de Torices.

Su nombre se tomó de Manuel Rodríguez Torices, quien nació en Cartagena de Indias el 24 de mayo de 1788. Hizo sus estudios primarios en esta misma ciudad y se recibió de abogado en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, de Santafe de Bogotá. Tuvo un papel principal en la independencia de Cartagena de Indias de la corona española y fue firmante del acta de independencia el 11 de noviembre de 1811.

Entre sus numerosos cargos, al final de su vida fue elegido por el Congreso de la Nueva Granada como vicepresidente de Camilo Torres Tenorio, quien a su vez había sido elegido como presidente de las Provincias Unidas de la Nueva Granada.

Fue apresado por orden de Pablo Morillo y ejecutado el 5 de octubre de 1816 en Santafe de Bogotá, junto con Camilo Torres. Para dar muestra de poder y tratar de debilitar los movimientos de independencia, sus cuerpos fueron descuartizados y las partes exhibidas en diferentes sitios de la ciudad. En su homenaje, hay un busto colocado en el Camellón de los Mártires de Cartagena de Indias.

La calle Bogotá fue una de las primeras urbanizadas con hermosas edificaciones familiares, entre ellas las del doctor Porto y la de Carlos Crismatt Esquivia -quien dedico su vida a la reconstrucción del Castillo San Felipe de Barajas- ubicadas frente a frente en la parte alta, en límites con el barrio de Nariño. La de Carlos Crismatt es de estilo republicano y es apreciada por los estudiosos de la arquitectura en Cartagena de Indias. En la parte baja de esta misma calle, adosada a la Loma del Diamante y limitando con la carretera de Torices, estaba la del doctor Cruz -con un frondoso y acogedor patio-, quien fue el padre de Carlos y 'El Bebo' Cruz.

En sus primeros tiempos, las casas de Torices se hicieron a una buena altura de la calle, pero con el paso de los años las escorrentías de las calles que conectan con La Popa en las épocas de lluvias fueron trayendo cantidades de tierra hasta el punto en que las aguas comenzaron a inundar las casas. Las calles estaban sin pavimentar y era difícil controlar este fenómeno, por lo que hubo de crearse defensas contra las corrientes de aguas y en algunos casos elevar la altura del piso.

DE CASERÍO A BARRIO


Membrete de la empresa Edeilman & Combariza urbanizadora del barrio de Torices en carta de 1926.

Se estima la fundación del barrio entre la primera y la segunda décadas del Siglo XX. Antes de ello era una hacienda ganadera llamada San José, que por diversas circunstancias cambió de vocación a los terrenos y los convirtió en una zona de expansión de la Cartagena de esa época.

Cuando se comenzaron a adquirir los lotes y se levantaron las primeras viviendas, el número de habitantes comenzó a crecer, lo que hizo que la alcaldía local tomara la decisión de darle el carácter de caserío a fin de poder brindar administración y seguridad al nuevo conglomerado social.

Algunas de las personas que llegaron lo hicieron -como se dijo- porque en el Centro y San Diego no había posibilidades de expansión inmobiliaria y, además, contaban con los recursos necesarios para construir sus propiedades, que son las más grandes, ya fueran de una o dos plantas, de cemento o de madera y de estilo totalmente republicano.

Otros grupos llegaron alentados por las facilidades para adquirir su solar a través de la empresa bogotana Edeilman & Combariza -quien había adquirido en 1920 la hacienda 'San José' a José María Passos, nombre con el que fue bautizada una calle de este mismo barrio- y que provenían de otros sectores más deprimidos, como -por ejemplo- lo era en ese entonces Getsemaní.

Más adelante, cuando se inició en 1928 el saneamiento urbano que desocupó los caseríos alrededor de parte de las murallas, algunos utilizaron los auxilios que se les entregaron para irse a Torices. Lo mismo que sucedió en 1936 cuando se erradicaron por el alcalde Daniel Lemaitre las invasiones de Boquetillo, Pekín y Pueblo Nuevo para dar paso a la Avenida Santander, ya que si bien la mayoría se trasladó para Canapote, algunos de ellos prefirieron a Torices.

Estos habitantes fueron los que popularizaron la típica casa de la clase media de Torices, de una sola planta, con aleros sostenidos por columnas de madera o concreto y cenefas caladas alrededor del techo, en las divisiones interiores y encima de puertas y ventanas, tanto para adornar como airear las casas.

Pero los techos eran los más llamativos, ya que se usaba la llamada teja colonial roja de cemento, que es rectangular, plana y de unos 30 centímetros, que se encajan perfectamente entre ellas.

Igualmente, muchas de estas residencias tenían a la entrada rejas de cemento o madera, de acuerdo con el material de cada casa.

Con la llegada de los años 40, Torices fue reconocido como un barrio más de la ciudad y por ello su autoridad pasó a ser el inspector de policía. Al que conocimos en nuestros tiempos le llamaban ‘Pepe Botella’ -al igual que el hermano de Napoleón Bonaparte-, porque siempre vivía en 3.15, es decir borrachito.

Para esos años ya las vacas no se veían por las calles. Los animales que circulaban eran los burros que tiraban de las carretas en que se vendía el gas para las estufas o para prender el carbón. Y también se veía una manada de chivos que una familia de apellido Machado criaba en los altos de la calle de La Paz.

EN LAS FALDAS DE LA POPA


Detalle de las calles de Torices que nacen en las faldas de La Popa. [Foto: Blog Cartagena desde la azotea]

Torices recibe las últimas estribaciones de la serranía de La Popa -en donde está la ermita de la Virgen de la Candelaria-, ya que la mayoría de sus calles nacen en sus faldas, como Santander, José María Passos, Jorge Isaacs, Guillermo Posada, La Paz, Santafe, El Progreso y San José, hasta continuar con la zona de San Rita.

Además, hacia el lado de El Espinal está la loma en donde se construyó el colegio de La Salle, llamada Cerro Le Franc. Igualmente, se levanta la famosa Loma del Diamante, la cual se hizo famosa en las narraciones del béisbol profesional por la participación del equipo Torices.

La última elevación corresponde a los terrenos de la antigua Clínica Vargas, entre la calle Bogotá y el callejón de Los Besos.

EL CALLEJÓN DE LOS BESOS


Una mirada al "Callejón de los Besos" de Torices ya pavimentado en 2014. [Foto: Google Maps]

La problemática del barrio indicada arriba con las aguas que bajaban de la colina de La Popa en época de lluvias se puede retratar en el famoso "Callejón de los Besos", que era una cuadra deshabitada de la calle Jorge Isaacs y que servía para recolectar y canalizar las aguas hacia la laguna de El Cabrero, pasando por debajo de la carretera de Torices en uno de los primeros "box culvert" construidos en la ciudad.

Explicando mejor, este canal tenía de un lado un solar intransitable de la Clínica Vargas y por el otro la parte lateral de la casa de la familia Torres Schortborgh, a la que estaba adosada a su vez una callecita elevada de tierra que servía para acortar camino a quienes utilizaban la ruta de buses que transitaba por la carretera de Torices.

Por ello, el nombre de "Callejón de los Besos" tiene su origen en que algunas parejas lo aprovechaban para hacer sus encuentros amorosos por ese paso estrecho e informal a un lado de la casa de los Torres, que no tenía iluminación y cuyo tráfico nocturno era casi nulo.


Foto de los años 40, que muestra la altura sobre la calle de esta casa en el Paseo de Bolívar.

En la foto de los años 40 que acompaña esta nota, se puede apreciar la gran altura sobre la calle que tenía la casa en esquina del Paseo de Bolívar. Pero con el paso del tiempo, las corrientes de agua que se formaban fueron tan fuertes que arrastraban sedimento y lo que hizo que poco a poco fuese aumentando el nivel de las calles. Ese mismo fenómeno hizo que en los años 50 comenzaran a presentarse las inundaciones de las casas.

Esto requirió que los dueños de viviendas tuviesen que construir muros de defensa de dos o tres bloques de altura para evitar que el agua se entrara y dañara sus pertenencias. Pero esto fue transitorio, ya que al final fue necesario elevar los pisos para ponerlos a la misma altura de las calles.

Si analizamos el barrio, vemos que las primeras calles entre los límites de El Espinal y la subida a La Salle hacen una batea y las aguas salían por una calle intermedia hacia el Playón del Blanco. En los terrenos bajos de La Salle, en donde hubo un campo de béisbol, se construyeron las urbanizaciones La Española y Tequendama.


Foto de 2012, que muestra la misma casa anterior en el Paseo de Bolívar.

Las siguientes calles, desde la subida a La Salle hasta la calle Betsarabia -o 20 de Julio- están en alto y todas mueren en la Loma del Diamante.

Después viene la calle Bogotá, que comienza en una loma que limita con Nariño y baja con un ligero declive para desaguar en la laguna de El Cabrero, después de pasar los límites de la zona de El Papayal.

Enseguida vienen las calles Santander y José María Passos, que mueren en la loma de la antigua Clínica Vargas.

Y les sigue la calle Jorge Issacs, que después de unos trabajos para derrumbar una loma en la parte alta se volvió la de mayor caudal durante las lluvias, lo que impidió que en esa pequeña cuadra desde la calle 15A -o Paraíso- hasta la carretera de Torices se construyeran viviendas debido a la fuerza de las aguas. Está a la vista que carretera de Torices quedó a mayor altura de la calle Jorge Isaacs, por lo que al final la solución fue adecuar el mencionado "box culvert" y dar paso a la corriente por debajo de la carretera.

Por su parte, la calle Guillermo Posada lleva al puente Benjamín Herrera que comunica a Torices con Marbella, mientras que las subsiguientes drenaban hasta el Caño Juan Angola, que es el nombre que toma esa franja de agua que conecta la laguna de El Cabrero con la de La Virgen.

LA CARRETERA DE TORICES


Bus de la ruta Torices - Santa María. Foto: Cartagena de Indias Fotos de Antaño

La carretera de Torices -identificada en la nomenclatura de Cartagena como la carrera 14- fue la principal vía del barrio, que nacía en el cruce de la línea del antigua ferrocarril y atravesaba el Playón del Blanco, para luego transcurrir entre los dos sectores de La Loma del Diamante y El Papayal, después de la calle Bogotá pasar por la clínica Vargas, el teatro Caribe, el sector del Siglo XX y finalmente morír a la altura de Santa Rita en donde se encuentra con el Paseo de Bolívar.

Esta era la vía principal de la ruta de buses Torices - Crespo, y todos los habitantes del barrio debían desplazarse hasta ella para tomar el bus. Como en esa época no existía la avenida Santander que comunica Marbella con Crespo, todo el transporte hacia el aeropuerto de Crespo debía hacerse por esta carretera. Posteriormente, con la apertura de la avenida Santander se abrió una nueva ruta del Centro a Crespo a través de ella, y la antigua Torices - Crespo se convirtió en Torices - Santa María.

EL PASEO DE BOLÍVAR

La apertura y pavimentación del Paseo de Bolívar -identificado en la nomenclatura como carrera 17, y que las gentes se acostumbraron a contraer como 'Paseo Bolívar'- fue una gran fiesta para los habitantes del barrio de Torices, ya que se mejoró el flujo vehicular y se pudo abrir la ruta de buses de Daniel Lemaitre.

La carrera 17 nace en Manga, en el Club de Pesca, se convierte en la avenida California después de los dos parques de ese barrio, pasa por el puente de Las Palmas y el Castillo San Felipe de Barajas, atraviesa la avenida Pedro de Heredia e ingresa al sector de El Espinal en donde están ubicados la Clínica del Club de Leones y el Coliseo Bernardo Caraballo, punto este último en donde comienza Torices.


Punto en donde se unen el Paseo de Bolívar y la Carretera de Torices en el sector de Santa Rita [2014]. [Foto: Google Maps]

Continúa después derecho por todo el barrio hasta alcanzar el sector de Santa Rita -en donde se une a la carretera de Torices- y luego toma la curva y continúa por Canapote para morir finalmente en el barrio Daniel Lemaitre, al borde de la ciénaga de La Virgen, en límites con el barrio San Francisco.

Pero el verdadero Paseo de Bolívar nace como tal en el punto en donde la carrera 17 se une a la avenida Pedro Heredia, para finalizar en Santa Rita, en la curva de Canapote.

LOS LÍMITES CON EL ESPINAL


Primera entrada a la carretera de Torices por la calle principal del barrio El Espinal a la altura del Corraló:n de Mainero,
-después Parque de la Comida Caribeña y hoy estación de Policía-.

También hay que aclarar los límites entre Torices y El Espinal. Al entrar por la carretera de Torices, el límite natural lo fue la carrilera del tren, que después se convirtió en la avenida Pedro de Heredia. Al proseguir, a la izquierda estaba el Playón del Blanco y a la derecha la cuadra en donde funcionó el teatro Variedades.

Enfrente de esta cuadra quedó una zona amplia cercenada del Playón de Blanco por la carretera de Torices. Además, en la esquina de la segunda cuadra a orilla de carretera -al final de esta zona- estaba ubicado el colegio Rueda Lineros, de gran tradición en la educación cartagenera.

Posteriormente, se comenzaron a construir viviendas sobre la orilla de la carretera de Torices que daba al Playón del Blanco. En una de esas casas funcionó la lavandería La Blanca, una de las primeras con servicio a domicilio en unas camionetas azules de las llamadas 'bolas'.

En lo que respecta a la entrada del Paseo de Bolívar por la actual avenida Pedro de Heredia, se tuvo que hacer su trazado por un sector de El Espinal en donde después se construyó la clínica oftalmológica del Club de Leones.

De tal manera, que por esta vía el barrio de Torices comenzaba en donde estuvo un arco cemento -el que después fue derrumbado- que era la entrada de una finca que se llamaba San José, a un lado de donde quedaba la alfarería El Tendal, que fabricaba principalmente tejas de barro cocido. Hoy se ubica este punto entre el coliseo Bernardo Caraballo y la urbanización Tequendama.


Entrada al Paseo de Bolívar por la avenida Pedro Heredia, a la altura del barrio El Espinal.

LOS CINCO SECTORES

Es necesario aclarar que Torices desde sus inicios cuenta con otros cinco sectores, que aunque tienen vidas e historias propias hacen parte integral del mismo.

El Papayal

El primero es El Papayal, que está delimitado entre la carretera de Torices y el lago de El Cabrero, y entre la calle Bogotá y los terrenos de Chambacú. En este sector nació el legendario pitcher de béisbol Orlando 'El Caballo' García.

En El Papayal, en la esquina de la calle Bogotá con la carretera de Torices, quedaba la famosa tienda 'El Campesino', de la familia Casatti. Los habitantes de los años 50 recuerdan la muerte en un accidente aéreo de un joven piloto de la fuerza área nacido en Torices y que era novio de una de las hijas de esa familia. El sepelio congregó a todo el barrio en la misa de la iglesia San José de Torices.

La Loma de Diamante

El segundo sector es la mencionada Loma del Diamante, delimitada entre el Paseo de Bolívar y la carretera de Torices, y desde la calle Bogotá hasta la calle de Las Carretas -la que está frente a la subida de La Salle-.

Allí vive la familia del famoso pintor Heriberto Cogollo, entre ella su hermana Brunilda Cuadrado Cogollo. Hay que anotar que este excelente artista residente en París usa en su nombre el apellido materno.

También reside el rey del trabalenguas Eliseo Herrera, quien grabara sus famosas canciones con grandes agrupaciones musicales, como la Sonora Cordobesa, Los Corraleros de Majagual y la Orquesta de El Terminal.

Santa Rita

El tercer sector es Santa Rita, que está delimitado entre el Paseo de Bolívar y las faldas de la Popa, y de las calles Santa Teresa, La Libertad y Sucre hasta el mercado sectorial de San Rita. Entre la última calle y el mercado, existió un amplio playón para el juego del béisbol, que ahora es ocupado por una concentración educativa y el campo de sóftbol 'José Miguel Corpas', en homenaje al excelente beisbolista nacido en este barrio y que llevó al seleccionado de Antioquia a ganar un campeonato nacional de béisbol en el estadio Once de Noviembre. Aquí también vivió el padre de José Miguel, a quien se le conoció con como el 'Cabezón' Corpas.

El Siglo XX

El cuarto sector es el Siglo XX, de figura un poco triangular, situado entre el Paseo de Bolívar y el caño de Juan Angola, y entre la calle del Progreso y la estación de gasolina ubicada en el vértice de la unión de la carretera de Torices -que la atraviesa- con el Paseo de Bolívar. Vale anotar que después de esta unión la carretera de Torices continúa como Paseo de Bolívar hasta la curva de Canapote. En ese sector existió un playón en el que se jugaba béisbol por los jóvenes del barrio.

San Pedro

Y el último sector por anotar, es una lengua de tierra enfrente de Santa Rita, entre la carretera y el caño Juan Angola -contigua al Siglo XX-, que cuando fue invadida se le dio el nombre de "Cara'e Perro", pero que después cambió el nombre por el de San Pedro.

EL PUENTE BENJAMÍN HERRERA


Estado actual de abandono del puente Benjamín Herrera que comunica Torices con Marbella [2014]. [Foto: Google Maps]

Para llegar al centro de la ciudad, los toricenses debían tomar la carretera de Torices, atravesar la línea del puente, salir por El Espinal, pasar por el puente Heredia y entrar por la Media Luna.

Por ello, se cristalizó la idea de construir el puente Benjamín Herrera que une a Torices con Marbella, en la parte norte de la calle Guillermo Posada -la única calle de este barrio que se conecta con el territorio insular de Cartagena-, y de esta manera también se podía transitar por la calle Real de El Cabrero y llegar al centro por San Diego.

Entre otras cosas, las gentes no utilizan el nombre oficial del puente y hablan indistintamente del puente de Torices o de Marbella.

LOS TEATROS


El teatro Caribe en la carretera de Torices, ya demolido. [Foto: Google Maps]

Torices tenía tres salas de cine, el Variedades, el Caribe -ambos a orillas de la carretera de Torices- y el cine Anita -más conocido como el 'Cultural' del señor O'Byrne- situado en la calle Guillermo Posada en la cuadra entre el Paseo de Bolívar y la calle Julio Arboleda. El señor O'Byrne vivía en la misma calle Guillermo Posada, pero en la cuadra antes del puente Benjamín Herrera que une a Torices con Marbella, y allí montó una tienda con el nombre de La Sombra, que después pasó a manos de la familia Ugarriza. Al final, con la mudanza de esta familia, La Sombra terminó en el barrio de Crespo.

Cada teatro tenía su especialidad, lo que despertaba el entusiasmo de la clientela.

El Cultural seguía la temática de las películas de época, especialmente las basadas en las grandes novelas de Mark Twain como las "Aventuras de Tom Sawyer", "Las Aventuras de Huckleberry Finn" y "El Príncipe y el Mendigo".

Esta última me hace recordar que mi hermano se salió cuanto la estaba viendo porque al ver los corderos, cerdos, faisanes y otras carnes en la mesa del Rey, le dio hambre y se fue para la casa a buscar qué comer.


Pero el 'Cultural' no dejaba al lado las aventuras de "Los Tres Mosqueteros" de Dumas y de "Tarzán" de Edgar Rice Burroughs. Estas últimas nos llevaron a una gran equivocación, porque en la cartelera se promocionaba con la presencia de gorilas, elefantes, tigres y leones. Sólo después aprendimos que Tarzán habitaba en Àfrica y los tigres -entre ellos los de Bengala- sólo viven en Asia.

Finalmente sucumbió a la tentación de presentar las películas de vaqueros, de tal manera que nos volvimos expertos en hablar de Tim Holt y Chita, el Llanero Solitario y Toro con el caballo Silver, Red Ryder y Castorcito, Roy Roger con su caballo Trigger y Hopalong Cassidy vestido de negro hasta el sombrero. Así que se popularizó escribir en los carteles que había luchas con el cacique indio Toro Sentado, atracadores de diligencias y duelos con colt 45 en la calle mayor del pueblo.

Por su parte el Caribe tenía su fuerte en las películas de lucha libre, especialmente las de "El Santo" -el "Enmascarado de Plata"-, en las que también participaban "Blue Demon", "Huracán Ramírez" y los actores Joaquín Cordero y Wolf Ruvinskis.


También presentaba las llamadas "series", que eran películas en varias tandas de sábado y domingo, como las recordadas "Los Tambores de Fu-Manchú" y "Los Peligros de Nyoka". También se proyectó con gran éxito la kilométrica "Lo que el Viento se Llevo".

Claro, que en Semana Santa no fallaba "El Mártir del Calvario", una película mexicana protagonizada por el español Enrique Rambal que todavía se vende en DVD y se presenta en cines y televisión. Lo mismo que las españolas de los niños prodigios, como la de Pablito Calvo que se llamaba "Marcelino, Pan y Vino" y la de Joselito que era "El Pequeño Ruiseñor".

El Variedades era el menos visitado por nosotros por la distancia, ya que quedaba a la salida del barrio y el regreso a casa después de terminar la película casi a medianoche daba algo entremezclado de flojera y miedo. Por ello, asistían con mayor asiduidad los vecinos de El Espinal, la Loma del Diamante y El Papayal.

Presentaba películas de ciencia ficción con escenas de animación que eran creíbles para la época. Allí vimos la de "Drácula", y la de unos hombres alados que atacaban a un imperio, de cuyo nombre no puedo acordarme.

Fortunata y Ñañé

En el teatro Caribe -localizado en la esquina de la carretera de Torices con la calle La Paz-, tenían sus negocios Fortunata y Ñañé.

Ellos fueron dos leyendas de la alimentación popular en el barrio de Torices, cuando los establecimientos de comidas rápidas de caché aún no habían aparecido en el horizonte cartagenero.

Fortunata era morena, grande y robusta, con el encargo de hacer los fritos y las carnes más apetecidas por los habitantes del barrio y sus alrededores, a quienes sacaba de apuros para las comidas de las noches del fin de semana. Y es que además de las empanadas de carne, las arepas de huevo, las carimañolas de yuca y los buñuelos de frijol, también era experta en preparar chicharrones y carnes fritas acompañadas de patacón. Por su parte Ñañé también era moreno pero más bien bajito, con una pierna no desarrollada que reposaba sobre una muleta de madera.

Mientras Fortunata ponía su fritanga al aire libre, Ñañé tenía su propio quiosco de color azul -no sé si era por causa política-, en el que despachaba avena y horchata heladas. Esta última bebida era hecha con ajonjolí y tenía un levísimo sabor amargo que gustaba a mucha gente.

Ambos productos eran envasados en botellas recicladas de ron blanco y tapadas con corcho, y al momento de entregar el producto para su consumo a cada botella le daba un pequeño y calculado golpe en el fondo para desprender el corcho.

No falta anotar que usaba las famosas neveras de palo, recubiertas en su interior con láminas de metal, y a las que se les metía pequeños bloques de hielo con cascarilla de arroz para que durara más.

Con el cierre del Teatro Caribe, Fortunata llevó su mesa de fritos al terreno enfrente del viejo edificio del aeropuerto de Crespo, y Ñañé tuvo que cerrar su negocio y dejarnos sin la horchata.

Al lado de este teatro estaba una pequeña heladería que prestaba sus servicios a los asistentes a través de una ventana abierta hacia el hall de la entrada. Los dueños eran del interior del país y tenían además una tienda bien surtida que estaba al frente de la heladería.

LA EDUCACIÓN

Las Pérez y la "seño" Lola Palmeth

La oferta educativa era amplia. Para el kínder contaba con las escuelas de la esposa e hijas del maestro Pérez, en la calle Guillermo Posada -subiendo del Paseo Bolívar hacia La Popa-. También la de la 'seño' Lola Palmeth en el Paseo de Bolívar, entre calles Jorge Isaacs y José María Passos, quien me enseñó a escribir y a leer en viejos ejemplares de El Tiempo que le regalaban.

Colegios Rueda Lineros y Eucarístico

También estaban el tradicional colegio Rueda Lineros -en una esquina de la carretera de Torices antes de llegar al teatro Variedades-, y el Eucarístico de Torices que era para mujeres y tenía internado, en la esquina de la calle de Bogotá con la Julio Arboleda, al lado de la iglesia San José de Torices.

Colegio Ciudad Barranquilla

Otra institución que aún está vigente es la Escuela Ciudad de Barranquilla, que comenzó sus labores en la calle Bogotá y después pasó a una casona enfrente de la Clínica Vargas, con las normalistas Elida Cuesta y Amira Mouthon. Después fue trasladada al sector de Santa Rita, en los terrenos del antiguo campo de béisbol, con el nombre de Concentración Educativa Ciudad de Barranquilla.

Academia H. L. Monroe

Aunque este colegio funcionaba en el Centro, en la calle del Porvenir, su dueño y director H. L. Monroe vivía en la calle Bogotá, subiendo hacia Nariño. La H era de Heriberto. Se trataba de un señor moreno, de mediana estatura, quien llegó de las Antillas para radicarse en Cartagena, en donde se dedicó inicialmente a la formación de las jóvenes mediante su preparación en el llamado secretariado comercial.

Allí se enseñaba la mecanografía con método al tacto, en donde se memorizaba la disposición de las teclas de la máquina de escribir y cada mano y dedo era responsable de cada una de ellas. Al pasar por la sede de la academia, se escuchaba el sonido rítmico del golpe que producían los tipos sobre el rodillo para marcar los caracteres sobre el papel, a velocidades sorprendentes para los "chuzógrafos".

Otro de los aprendizajes era la taquicagrafía, un sistema hoy obsoleto en que se reemplazaban las palabras del dictado por una serie de símbolos abreviados para transcribir en el papel a la misma velocidad de quien hablaba. Más tarde, abrió la escuela de Radiodifusión y Periodismo, en donde contó en la parte docente con figuras locales del periodismo escrito y radial, tales como Alfredo Pernett Ramos, quien fue cronista de El Universal, y Ramón Ortiz, que fue una de las mejores voces de la radio cartagenera.

De los hijos de "mister" Monroe -como era llamado por la gente- me acuerdo de Norma, Carlos y Oscar.

LA SALUD

La Clínica Vargas


Todavía se conservan las amplias escalinatas que bajan a donde estaban los jardines de la Clínica Vargas.

La Clínica Vargas fue uno de los tres centros de atención en salud con que contaba Cartagena a mitad del siglo XX, junto al Hospital Santa Clara -en San Diego- y la Clínica de Manga. Después llegaron el Hospital Universitario, la Clínica del Club de Leones, el Hospital San Pablo -que atendía los pacientes con problemas mentales-, el Hospital de Bocagrande, la Clínica de la Madre Bernarda, la Casa del Niño y la Clínica de Maternidad.

Era atendida directamente por sus fundadores y propietarios, los hermanos Raúl, Daniel y Eusebio Vargas Vélez, médicos egresados de la Universidad de Cartagena. Siempre funcionó en una bella casa de tipo republicano levantada en la parte alta de la última estribación del cerro de La Popa, en toda la orilla de la carretera de Torices, y entre la calle Bogotá y el llamado callejón de Los Besos -que es parte de la calle Jorge Isaacs-.

Tenía un amplio jardín en la parte del frente con un corredor que remataba en unas anchas escalinatas. El tráfico automotor hacia la clínica se hacía por un empinado y empedrado camino sobre el lado izquierdo.

Su estratégica situación la convirtió en la elección obligada de los habitantes de los barrios de Torices -con todos sus sectores-, El Espinal, Nariño, Lo Amador, Canapote, Daniel Lemaitre, Crespo y La Boquilla. Hoy no existen los hospitales Santa Clara y Universitario, ni las clínicas de Manga y del Club de Leones. Y la Clínica Vargas fue vendida y transformada en la San José de Torices.

El 'doctor' Moré

Aunque de manera tangencial, en la historia de la Clínica Vargas hay que mencionar al 'doctor' Moré, de quien se dice que se volvió loco por el desprecio de una bella pretendiente. También se decía que había comenzado a estudiar medicina y que fue el exceso de concentración en los estudios la causa de la posterior aparición de su locura.

Aunque no era nacido en Torices, Rubén Moré Vélez -más conocido como el 'doctor' Moré o el 'loco' Moré-, era un asiduo visitante de la Clínica Vargas e hizo parte de la historia del barrio. [Ver en Personajes: El 'doctor' Moré]

El doctor Baena Sayas

Cuando se requería un médico en casa, los habitantes de Torices recurrían a los servicios del doctor Baena Sayas, quien vivía en la calle Guillermo Posada en la cuadra antes del puente Benjamín Herrera. Era un profesional con el sentido del servicio de los antiguos médicos familiares, y con una habilidad clínica que le permitía resolver los problemas de salud de la comunidad.

El doctor Baena Sayas tenía en esos tiempos su consultorio en la Plaza de Coches, en una pequeña casa de tres pisos que quedaba ajustada entre el edificio Barbur y la antigua policía municipal -hoy sede bancaria-, que hacía la esquina enfrente del actual Palito de Caucho.

Fue miembro de la Academia Nacional de Medicina, de la Sociedad Médico-Quirúrgica de Cartagena, de la Asociación Colombiana de Medicina Interna (ACMI) y profesor del departamento de Medicina Interna de la facultad de Medicina de la Universidad de Cartagena.

El dentista César Moreno

Los dolores de muela encontraban la solución en las manos del dentista -así se le llamaba en la época a los odontólogos- César Moreno, que tenía su consultorio en la calle Guillermo Posada antes de llegar a la carretera de Torices.

También eran los tiempos de las máquinas manuales, en que el dentista le daba al pedal mientras giraba en su mano la fresa insertada en el taladro.

Lógicamente su baja velocidad no lograba disminuir la trepidación en la mandíbula y producía mucho calor en la pieza que se perforaba.

Por las dificultades para la perforación, estos tratamientos demoraban varios días y después de cada sesión se taponaba el hueco con un algodón mojado en creosota, que tenía un olor y sabor inconfundibles, que aún hoy recordamos.

Pero lo más temido era la caja con la jeringa para inyectar la anestesia en la encía y las pinzas para hacer la extracción de la muela dañada. De allí su otro nombre de "sacamuelas".

César Moreno hizo parte del Club Los Marañones, cuya historia se puede leer más adelante.

EL DEPORTE


José Miguel Corpas, Bernardo 'Benny' Caraballo y Orlando 'Ñato' Ramírez, tres leyendas del deporte eb Torices.

El boxeo no fue ajeno al barrio. En lo alto de la calle de La Paz, casi en las faldas de La Popa, existió un modesto sitio para la práctica de este deporte, con un ring sin muchas ínfulas, peras rajadas, llantas viejas y velillos.

Y en la misma calle, abajo, en la cuadra pegada al caño Juan Angola, vivió desde su época de gloria Bernardo Caraballo, quien también se casó con su esposa Zunilda en la iglesia San José de Torices.

Igualmente, Torices ha sido considerado como la cuna de los mejores beisbolistas de Cartagena, entre ellos a Inocencio 'Yuya' Rodríguez, Armando 'Niño Bueno" Crizón, José 'Judas' Araújo, Abel 'Tigre' Leal, Humberto 'Papi' Vargas, José Miguel Corpas y el 'Ñato' Ramírez.

Y además de darle nombre a la popular novena del béisbol profesional 'Torices', también vio nacer el equipo de 'Los Pollos', uno de los mejores de los años 40 del pasado siglo.

[Ver en Personajes: Los Pollos]

LAS FARMACIAS

Torices también tenía dos farmacias.

La Farmacia de Guillermo Fernández Baena

La farmacia de Guillermo Fernández Baena estuvo primero en la calle Jorge Isaacs -entre la calle Julio Arboleda y el Paseo de Bolívar-, y después en la esquina de la carretera de Torices con la calle Guillermo Posada.

Era farmaceuta, hermano del insigne educador cartagenero Alberto Elías Fernández Baena, fundador, propietario y rector del colegio 'Fernández Baena'.

Guillermo tenía dos pasiones, los toros y la música. La tauromaquia la cultivó en su época desde la construcción de la plaza de La Serrezuela y la llegada a La Heroica de toreros españoles de renombre. Era un entusiasta asistente a las corridas, y prolongaba su festejo tanto en su casa como en la de sus amigos, que siempre gozaban con la recreación de los mejores pases de esa tarde taurina.

Podía ejecutar varios instrumentos musicales, y esa herencia la recibieron principalmente su hijo Enrique Fernández Piñeres y su nieto Alejandro Paéz Fernández, hijo a su vez de su hija Argentina Fernández Piñeres.

Enrique Fernández Piñeres, su hijo mayor, más conocido por sus amigos como 'Quique' o "Chiqui" Fernández, fue un virtuoso del violín. Su arte lo regalaba en las tertulias con su amigo Napoleón Perea Castro -el más grande narrador de béisbol y boxeo de Colombia-, en las cuales además de acompañar a los espontáneos cantantes, hacía unas versiones humorísticas de conocidas canciones. Tuvo la oportunidad de grabar junto a Juan Carlos Coronel una edición del programa de televisión 'Tierra Colombiana' de Eucario Bermúdez.

'Quique' Fernández fue el tutor desde niño de su sobrino Alejandro Paéz Fernández, quien es hoy uno de los más importantes intérpretes, compositores y arreglistas de Cartagena. Aunque se inició con el violín, su versatilidad le permite ejecutar con indudable maestría la mayoría de los instrumentos musicales.

La Farmacia Doria

La Farmacia Doria estaba ubicada en la esquina del Paseo de Bolívar con la calle El Progreso. El señor Doria había llegado desde las tierras del Bajo Sinú, en Córdoba, y las hijas del matrimonio son Cecilia, Maritza, Helen y Emilia Doria Piñeres.

La Farmacia de Víctor Barrios

Algunos recuerdan la farmacia de Víctor Barrios, pero en realidad esta quedaba en El Espinal, en la curva que se hacía al pasar por la Calle Real de El Espinal y cruzar la línea del tren -a la altura de los antiguos talleres del ferrocarril- para llegar a la carretera de Torices.

LAS EMPRESAS FAMILIARES

La Fábrica de Dulces Sáenz

La familia Sáenz fabricaba en la esquina del Paseo de Bolívar con la calle de La Paz sus famosos dulces enganchados a un palito, con figuras como el paragüitas y el caballito. En esa misma casa muchos jóvenes dieron sus primeras clases de piano con una de las hijas del señor Sáenz.

Los Vinos Moscatel del señor Nuñez

En la calle Betsarabia estuvo una fábrica de vinos moscatel del señor Nuñez.

La Bacerola de Rigoberto Hernández

En lo alto de la calle Bogotá, en los límites con el barrio Nariño, en la casona de dos pisos del doctor Porto, existió la fábrica de betunes -llamado en ese entonces bacerola- de Rigoberto Hernández.

La Panadería Flórez

No podía faltar la mención de la 'Panadería Flórez', propiedad del polaco José Polchlopek, que estaba en la esquina sureste del Paseo de Bolívar con la calle Jorge Isaacs. Tenía en esa época unas maquinarias para elaborar grandes cantidades de pan, que eran distribuidos en toda la ciudad en varias camionetas de su propiedad.

La panadería llevaba el apellido de su esposa Socorro Flórez, y los hijos de la familia Polchlopek Flórez fueron Ana -casada con José Sierra-, Juan, Josefina -casada con el doctor Zakzuk-, Alfredo y Mirtha -casada con el agrónomo Rodolfo Cepeda-. Se recuerda que en la visita del Papa Juan Pablo II a Cartagena, José Polchlopek tuvo una reunión privada con su ilustre paisano.

San Pancracio

En el Paseo de Bolívar entre las calles La Paz y Santa Fe existió un negocio que hacía tanto de vivero como de floristería.

Ya desde esos tiempos la floricultura hacía parte de la cultura cartagenera y lo primero que uno encontraba en una casa eran las matas sembradas en jardineras en el frente de las casas o en macetas en los patios de las mismas. Como los patios eran grandes por lo general, muchas señoras preferían hacer pequeñas eras en el suelo para sus siembras y se evitaban la compra de materas.

Tuvimos muy poco contacto con ese negocio, pero sí era fácil percatarse del movimiento diario de personas que los visitaban.

LAS TIENDAS

Las tiendas eran varias. Entre las más recordadas -además de la mencionada El Campesino-, estaban sobre el Paseo de Bolívar la del señor Arango en la esquina de la calle Bogotá, 'La Colina' del señor Espinosa en la esquina con la Santander, la de Jorge Marrugo en la esquina de la José María Passos, y la de Adela Marrugo -madre de Jorge- en la esquina con la Guillermo Posada. En la calle José María Passos, en la entrada para el parque de la iglesia, quedaba la del 'Turco' Antonio.

Las compras en las tiendas eran al menudeo. El primer rito de cada día era enviar por la compra para el desayuno, que consistía en leche cruda, café, pan, queso y huevos. Como en esos tiempos la leche era cruda y envasada en cántaros, había que calentarla pero con el ojo abierto para que al momento de hervir no se derramara.

Hay que anotar que sólo a finales de los 60 se fundó en Cartagena la empresa Lechería Higiénica S.A. -más conocida por la sigla de 'Lesa'- que la vendía ya pasteurizada y en envases de vidrio con tapas de papel de aluminio.

Se recuerdan los famosos 'compuestos' para hacer las comidas. El 'compuesto verde' que llevaba preferencialmente pedacitos de hojas como lechuga, repollo, cebollín y otras verduras de temporada, y el 'compuesto seco' que contenía especies como clavo de olor, comino, achiote y pimienta. Estos 'compuestos' eran empacados en pedazos de papel de envolver, más o menos de media hoja carta, que se doblaban primero por la mitad y luego se envolvían por las esquinas hasta tomar la forma de una empanada.

También se vendía la panela en pedazos, para lo que se utilizaba una guillotina clavada al mostrador de madera. La manteca de cerdo se recogía de la lata con un cuchillo de cocina y luego se raspaba sobre un pedazo de papel de envolver doble.

Cuando se fundó en Cartagena la fábrica de grasas vegetales, las tiendas la compraban en latas pero el cliente debía llevar su propio recipiente para despacharle la cantidad que necesitara.

Eran muy famosos los productos para el cabello, como brillantinas y fijadores, que se guardaban en pequeñas bolsitas de celofán que se pegaban en unos cartones rectangulares, y que a su vez se colgaban de las paredes de local.

Para lavar la ropa, era costumbre utilizar el 'azul' para dejarla más blanca y almidón en polvo para hacerla más fresca. Estos productos se conseguían igualmente en la tienda en estos envases más pequeños.

El jabón para lavar venía en barras de forma rectangular y la venta también se hacía por pedazos cortados con un cuchillo. Vale anotar que en las casas estas barras eran golpeadas después con un mazo hasta volverlas una bola. Por ello, más adelante surgió la novedad de la venta del jabón para lavar en bolas.

La costumbre era enviar a los niños de la casa a hacer el 'mandado' en la tienda, por lo que los dueños de éstas se inventaron dar un aliciente para que regresaran. Esto se conoció como la 'ñapa', que tenía diferentes normas según el propietario. En algunas tiendas daban directamente un casquito de panela, un pedacito de queso o una punta de platanito manzano. En otras se anotaba cada visita en un cartón, que después se convertía un regalo más grande.

Pero la institución más importante de las tiendas era el 'fiao'. Cuando la familia tenía 'crédito', simplemente se solicitaba el producto y se decía la frase mágica de 'mi mamá que se lo apunte'. De esta manera las tiendas colaboraban en la estabilidad de la economía familiar y de paso creaban un indisoluble lazo comercial. Al final del mes, cuando se recibía el sueldo, se pagaba la deuda y el juego continuaba.

En la cuadra antes del teatro Caribe, 'El Mayoral' -con su inseparable sombrero de paja- tenía su puesto de venta de patillas, melones, mangos, papayas y otras frutas de temporada.

Y en la esquina de las calles Julio Arboleda y Guillermo Posada, un señor alemán tenía una venta de granos, especialmente del maíz para las gallinas.

LOS ESTANQUILLOS Y BARES

Había un estanquillo, el de Víctor Prada, en la esquina noreste de las calles Julio Arboleda y Jorge Isaacs, dedicado a la venta de licores de la Industria Licorera de Bolívar.

Su producto estrella era el Ron Blanco o Popular, cuyo envase tenía el cuello en forma de espiral y por eso le decían 'ron tornillo', con tapa de corcho y empacada en cucuruchos de estera. Se vendía por cajas, por unidades y por tragos. Los hijos de Víctor también tenían otra tienda en el Paseo de Bolívar entre las calles Santafe y El Progreso.

También funcionó el billar y bar 'Trianón' en la esquina del Paseo de Bolívar y la calle Guillermo Posada.

LOS OFICIOS

El maestro Barrios

La carpintería del barrio estaba a cargo del maestro Barrios, en la calle de La Paz, quien fue el padre del famoso locutor Antonio el 'Tiro' Barrios.

El maestro Pérez

El barrio tuvo en esa época dos peluqueros de prestigio. Uno fue el ya mencionado maestro Pérez, quien durante muchos años también se ocupó de este oficio.

Como se dijo en otro lugar, vivía en la calle Guillermo Posada, en la cuadra pegada al Paseo Bolívar, en donde también funcionaba un kínder regentado por sus hijas.

El "Matador" Muñoz

Pero en el arte de Fígaro, el más recordado fue José Manuel Muñoz del Río -el 'Matador' Muñoz-, que alternó su oficio de peluquero con el de comentarista taurino. La figura del 'Matador' era conocida en la mayoría de los hogares de Torices, ya que su trabajo lo ejercía a domicilio, para lo cual se acompañaba de un maletín negro estilo médico en el que portaba todas las máquinas y utensilios del oficio.

En la ciudad su nombre era reconocido como profundo conocedor del 'arte de Cúchares', y sus conocimientos los compartía a través de columnas de prensa y comentarios radiales.

Su hijo, Enrique Luis Muñoz Vélez, es un reconocido musicólogo que ha publicado obras como 'Adolfo Mejía Navarro, la musicalía de Cartagena' -la biografía del maestro cuyo nombre lleva ahora el Teatro Heredia-, 'La música, baile y la fiesta en la región del Caribe colombiano' y 'Cartagena festiva - la mascarada carnavalesca'.

El "Mono" Vega

La armada y la reparación de bicicletas eran la especialidad de Alfredo el 'Mono' Vega, quien tenía su taller en el patio de su casa en el Paseo de Bolívar, entre las calles Bogotá y Betsarabia. Estuvo casado con Aida Crismatt -hija de Carlos Crismatt Esquivia, el restaurador del Castillo San Felipe-, y de ese matrimonio nacieron Alfredo, Clara, Carlos y Aida. Cuando la modernidad disminuyó el uso de las bicicletas para el transporte, instaló una ferretería.

El señor Crisón

Torices fue famoso también por el taller de orfebrería del señor Crisón, situado en la calle Julio Arboleda, en la cuadra siguiente a la iglesia San José. Allí le dieron vida a los primeros anillos, cadenas y esclavas de los niños y jóvenes del barrio.

Los seguidores del béisbol lo recuerdan bien, ya que fue el papá de Armando 'Niño Bueno' Crisón -el famoso segunda base del equipo profesional 'Los Indios', formado por puros criollos-, quien después se graduó como médico y se fue a ejercer en el departamento del Atlántico.

El señor Martínez

Torices también tenía tres talleres. Uno era el del señor Martínez, en la esquina noroeste del Paseo de Bolívar con la Jorge Isaacs, cuya principal actividad era la construcción de grandes tanques en láminas de acero.

Poseía el palomar más famoso del barrio, ya que en el patio tenía una casa de madera varios pisos montada sobre un poste del mismo material, de donde salían los pichones que los vecinos solicitaban para dar a los enfermos por la prescripción médica de dar 'sopita de pichón' a las parturientas y a los niños enfermos.

De esta familia se formaron dos médicos en la Universidad de Cartagena, Alfonso y Víctor. Gilberto, otro de los hijos, se jubiló en la marina y en su juventud hizo parte del equipo de béisbol 'Los Pollos'.

Tenían dos hijas, Virginia y Rebeca, esta última educadora en el colegio Ciudad Barranquilla.

El señor Cortesero

Otro taller era el del señor Cortesero, en la parte de la calle Guillermo Posada colindante con La Popa, en donde hacía arreglos de equipos mecánicos. Pero la fama del señor Cortesero estaba en los cuentos que se le atribuían, en los cuales hacía uso de la exageración.

Uno de los más recordados fue aquel en que narraba que su gallinero había crecido tanto que para poder alimentar las aves tuvo que coger una vieja máquina Singer y construir un helicóptero para repartir el maíz desde el aire.

El señor Grau

El grupo de los talleres lo completaba el Taller Don Bosco en el sector del Siglo XX, cuyo dueño era Rubén Grau Flórez. Allí se mandaban a hacer las rejas, puertas enrollables y todo lo que necesitara de soldadura eléctrica.

El señor Arturo

Se llamaba Arturo Arbeláez y era el hijo mayor del primer matrimonio de María Pereira -[Ver: familia Lián Pereira]-, que vivía en la casa de su mamá en el Paseo de Bolívar en la parte del patio que daba a la calle Jorge Isaacs.

Era el radioeléctrico del barrio y se encargaba de reparar los viejos radios de tubos que demoraban como 15 minutos para calentarse y poder escuchar las emisoras radiales. Pero su actividad más conocida era la de alquilar un "pickup" -hoy le dicen picó- para las fiestas de matrimonio, grados y cumpleaños que se festejaban en el barrio.

En la mañana después del festejo, la tarea de los "pelaos" era recoger la gran cantidad de agujas regadas en el suelo que se utilizaban para reproducir los discos de 78 rpm, ya que cada una sólo se podía utilizar unas pocas veces.

Y su afición menos notoria era de la radioaficionado, ya que estos se comunican normalmente entre el final de la noche y la madrugada. Así que por el patio era común escuchar repetidamente su identificación al aire de "hachecá un ángel fabricando velas", es decir "HK1AFV".

El señor Luna

Bueno, habría que decir el señor Luna y su hijo, quienes eran los electricistas y los encargados de hacer las reparaciones para sacar de apuros a los vecinos del barrio.

Un punto importante es que en esos tiempos las casas tenían al mismo tiempo redes de 110 y 220 voltios, por lo que era usual que se presentaran desastres como el acontecido a la familia Olier en donde se electrocutaron la mámá y un hijo.

El señor Luna era de bastante edad, alto y delgado, generalmente sin afeitar y con la camisa por fuera y sin abotonar arriba. La imagen que más recuerdo es la de él montado en una escalera para llegar a la maraña de cables de los techos sin cielo raso.

Y sus herramientas eran una pinza -con la que cortaba y pelaba los cables-, dos destornilladores -uno plano y otro de estrella- y un rollo de gutapercha -la cinta aislante de hoy-, las que cargaba en el bolsillo trasero del pantalón del dril.

Dos ejemplos de techos de las casas de Torices con la teja roja de cemento que se le llamaba colonial. En la foto de la derecha se puede apreciar el uso de las cenefas. Las fotos fueron tomadas del libro 'Cubiertas en la arquitectura colonial y republicana de Cartagena, Turbaco y Arjona' de Francisco Angulo Guerra.

OTRAS FAMILIAS

Blanch Calvo

Vivía en la esquina de la calle Julio Arboleda con Jorge Isaacs. El esposo era el señor Julio Blanch, quien había llegado de Curazao a establecerse en Cartagena y quien se casó con Gumercinda Calvo.

Tuvieron dos hijos, Julio y Leonor Blanch Calvo. Julio se casó con Teresita Vélez y se fueron a vivir a Barranquilla. Una hermana de Gumercinda era Emperatriz Calvo, la mamá del famoso comentarista deportivo Eugenio Baena Calvo.

Caneda Bossa

En la esquina de la calle Julio Arboleda con Jorge Isaacs, vivía la familia Caneda Bossa. Recuerdo a dos de ellos. La mujer era Magdalena, quien se casó con Antonio José "Toño" Pareja. [Ver en Otras Familias: Caneda Pareja]

El varón era Rafael Armando, quien terminó química farmacéutica en la Universidad de Cartagena y se mudó luego a Montería, en donde fue mi profesor de química en primer año en 1965 en la Universidad de Córdoba. Falleció en esa ciudad en abril de 2015.

Castilla Cuesta

El abogado Raúl Castilla Castilla y la educadora Elida Cuesta vivieron en la carretera de Torices, en la esquina con la calle Santa Fe. Raúl fue concejal de Cartagena en los años 60. Compartió durante muchos años con mi papá -Carlos Crismatt Araújo-, y Elida fue compañera de mi mamá -Amira Mouthon de Crismatt- en el colegio Ciudad Barranquilla.

Sus hijos fueron María Teresa, Teresa y Raúl Castilla Cuesta, quienes fueron los más cercanos a nosotros en el barrio y con quienes compartíamos la diversiones de la juventud en esa época. Raúl Castilla Cuesta fue lamentablemente asesinado en su oficina en septiembre de 2012.

Castillo Gómez y Rosales Gómez

Vivían en el Paseo de Bolívar entre las calles Progreso y San José. Del primer matrimonio de la mamá, nacieron Antonio -que fue militar- y Liliam Castillo Gómez -quien murió en agosto de 2015 y era la esposa de mi tío Alfredo Crismatt Araújo-.

De su segunda familia nacieron las hermanas Rosales Gómez. Una de ellas está casada con el locutor barranquillero "Marquitos" Pérez Quintero -el hijo de Marcos Pérez Caicedo-, famoso por sus transmisiones de béisbol con Mike Schmulson y quien hizo sus primeros años de radio en Cartagena.

Crismatt Araújo

Es mi familia paterna. Carlos Crismatt Esquivia y María Isabel Araújo Cowan se vinieron de San Diego a vivir a Torices en la subida de la calle Bogotá hacia Nariño.

Sus hijos fueron Carlos -casado con Amira Mouthon Barrios-, Ofelia -soltera-, Bertha -casada con Armando González Amador-, Alfonso -casado con Amelia Garcés Jaramillo-, Aida -casada con Alfredo Vega-, Alfredo -casado con Liliam Castillo-, Elida -casada con Miguel Tous-, Enrique -casado con Fabiola Calle Vélez- y Wladimir -casado con Nubia Duque Arias-.

En otro capítulo de este página hay una nota más extensa dedicada a Carlos Crismatt Esquivia.

[Ver: Carlos Crismatt Esquivia]

Díaz Luganelli

Vivieron inicialmente en el Paseo Bolívar con esquina de la calle Guillermo Posada -en donde después estuvo la tienda de los Marrugo- y finalmente en la calle Julio Arboleda.

Recordamos a uno de sus hijos, Amín Díaz Luganelli, quien después fue uno de los más importantes empresarios de Cartagena, que inició con la producción del conocido Ajibasco y el comercio del arroz, pero después siguió con la actividad turística con los yates Alcatraz.

Jiménez Castro

La pareja de Policarpo Jiménez y Esther Castro Barrios -ya fallecidos- vivió en el Paseo de Bolívar entre las calles La Paz y Santa Fe. Policarpo era un hombre de negocios y dueño de buses. Le decían "Panamá" quizás por los viajes que hacía a ese país. Esther era tía de Napoleón Perea Castro.

Fueron de los primeros habitantes del barrio en irse para Crespo, en donde construyeron lo que se llamaba una casa quinta de dos plantas ubicada en la cuadra de salida hacia Marbella, antes del antiguo balneario "Cielo Mar". Su hija es Martha Jiménez Castro.

Lián Pereira

Vivían en el Paseo de Bolívar entre las calles Jorge Isaacs y Guillermo Posada. Tomás Lián era de origen turco y se dedicaba a los negocios, por lo que siempre salía temprano luciendo un sombrero tipo panameño. María Pereira era una señora trabajadora dedicada a su hogar y a su jardín de grandes macetas.

Los hijos de la pareja eran Tomás y Zureida Lián Pereira.

María Pereira tenía un hijo de un matrimonio anterior llamado Arturo Arbeláez. Como la casa tenía un enorme patio en "L", Arturo vivía en la parte que daba a la calle Jorge Isaacs. Era radiotécnico, tenía un "pickup" con el que animaba los bailes del barrio y además era radioaficionado. [Ver: El señor Arturo]

Martínez Nuñez

Vivían en la calle José María Passos, frente al parque de la iglesia de Torices. El teniente de la Armada José María Martínez Ballestas estaba casado con Amelia Núñez Marrugo. Entre sus hijos recuerdo a Eduardo, Jorge, Julio, Wilfrido, Javier y Amelia Martínez Nuñez, a quien llamaban la 'Niña' porque era la única hermana entre 7 varones.

Mouthon Barrios

Es mi familia materna. Juan Mouthon Rivera y Amira Barrios Simancas vivieron primero en San Diego y luego en el Bosque. A la muerte de mi abuelo en Panamá, se mudaron a Torices en la esquina del Paseo de Bolívar con la calle Jorge Isaacs.

Los hijos del matrimonio fueron Amira -la 1ª Reina de las Fiestas del 11 de Noviembre y casada con Carlos Crismatt Araújo-, Rafael -casado con María Luisa Pombo-, Clímaco -casado con Leticia Pájaro- y los gemelos Ana Julia -soltera- y Juan -casado con Adelia Bautista-. Mi abuelo tuvo antes casarse otra hija, llamada Amelia Mouthon Patiño.

Noriega Patrón

Vivían en el Paseo Bolívar entre las calles José María Passos y Jorge Isaacs. El papá era de apellidos Noriega Araújo y la mamá se llamaba Rosa Sofía Patrón. Sus tres hijos fueron Armando, Rosita y Susana Noriega Patrón.

Armando -que era más conocido como Armandito- estudio derecho y se dedicó toda su vida a su profesión. Era reconocida en la ciudad su vestimenta de guayabera blanca con corbatín. Susana -quien siempre fue reconocida por su belleza- fue la esposa de Jaime Angulo Bossa, un eminente abogado de la Universidad Libre -de la que fue su rector-, político liberal, escritor y columnista de El Universal.

Olier Porto

Vivían en una esquina de la calle Julio Arboleda con Guillermo Posada. Uno de los recuerdos de esta familia es trágico, ya que la mamá y un hijo murieron al electrocutarse al tocar una nevera que en esa época estaba conectada a la red de 220 voltios.

El otro detalle, es que uno de los hijos mayores tenía un bus y con él hice mi primer viaje interdepartamental al llevarme a Valledupar, en donde mi papá trabajaba con el IFA.

Olivo Angulo

Vivían en la calle Jorge Isaacs entre el Paseo Bolívar y la Julio Arboleda. Era una familia trabajadora con un gran deseo de superación.

El papá era lotero y quedó ciego. La mamá preparaba bollos limpios que se vendían rápidamente en el barrio. Y para los "pelaos" nos regalaban el "agua de bollo" que quedaba después de cocinarlos, así que endulzada y con hielo era para nosotros un exquisito manjar.

De sus hijos, Roberto terminó química y farmacia en la Universidad de Cartagena. Higinio lo hizo en medicina en la misma universidad y después se fue a vivir a Cali. Enrique, el mayor se dedico a los negocios. "Mamundo", el menor de los varones, se graduó como profesional y también se fue a vivir a Cali. Las hijas fueron Rafaela y Lucía.

Pareja Caneda

Antonio José "Toño" Pareja era de hijo de Constantino Pareja. Se casó con Magdalena Caneda Bossa y vivieron muchos años al lado de la casa de mi abuelo Carlos Crismatt Esquivia, en la subida de la calle Bogotá hacia Nariño.

Sus hijos fueron Joaquín Pablo, Marta y Beatriz Pareja Caneda. Edelmira, una hermana de "Toño" Pareja, se casó en Montería con Remberto Burgos. [Ver en Otras Familias: Caneda Bossa]

Pareja Vélez y Orduz Vélez

Vivían en el Paseo Bolívar entre las calles Jorge Isaacs y Guillermo Posada. Del primer matrimonio de Magdalena Vélez Coneo con Carlos Arturo Pareja nacieron Luis Carlos y Rosa -"Rosita"- Pareja Vélez. Luis Carlos se casó con mi hermana Ivelice Crismatt Mouthon.

Del segundo matrimonio con Álvaro Ordúz nacieron Magola, Charito, Beatriz y Cecilia Orduz Vélez.

Con la familia siempre vivió Ercilia Coneo -la mamá de Magdalena- quien tuvo otras dos hijas llamadas Teresita Vélez -casada con Julio Blanch Calvo- y Diana Vélez -casada con Daniel el 'Mono' Hurtado Pérez-.

Piñeres

Patricio Piñeres y su familia vivían en la esquina del Paseo de Bolívar con la calle Bogotá. Él se dedicaba en esos tiempos a ser actor de teatro, extra de cine y guía turístico.

Una anécdota que recuerdo es que para 1954 se filmaron en Cartagena unas escenas de la película "Fuego Verde", protagonizada por Grace Kelly -después princesa de Mónaco- y Stewart Granger. La noticia que corrió fue que Patricio -el papá- hacía parte de los extras que filmaron unas escenas en el Castillo San Felipe de Barajas, lo que hizo verlo muy pronto bajo los reflectores de Hollywood.

Pero cuando años después se pudo ver la película, esas escenas no fueron tenidas en cuenta en la edición. De Cartagena sólo aparecen la Plaza de los Coches, el edificio Barbur, el muelle de la bahía de Las Ánimas y unos locales del viejo mercado.

Sus hijos eran dos mujeres y dos varones, siendo mi amigo el menor de ellos que llevaba el nombre de su papá y a quien le gustaba tocar música en acordeón. Por su parte, el mayor fue quien me dio a conocer el radio de galena que funcionaba sin electricidad y sin pilas. [Ver en Notas Breves: La Radio de Galena]

Sierra Samer

Vivían en la calle Julio Arboleda, enfrente del parque de la iglesia de Torices.

Luis Sierra Sabalza fue un hombre de muchas actividades. Se recuerda que fue presidente de la Asociación Colombiana de Béisbol "Acobe" cuando el equipo de Colombia ganó en 1964 la XVI Serie Mundial de Béisbol aquí en Cartagena.

Pero todavía es más recordado como el padre putativo del Tres Esquinas, el ron más reconocido en toda la historia de la ciudad que nació cuando fue gerente de la Industria Licorera de Bolívar. Además fue miembro de la Junta Directiva de Ecopetrol.

Estaba casado con Betty Samer. Sus hijos son Luis, José y Marlene Sierra Samer.

Torres Schortborgh

Vivían sobre la carretera de Torices, en una casona blanca que hacía esquina con el famoso "Callejón de los Besos".

El más cercano a mi familia era Antonio -"Toño"- Torres Schortborgh, quien se casó con Ana Mercedes Castro, tía de Napoleón Perea Castro.

Vega

Esta familia vivía en el Paseo de Bolívar una cuadra antes de llegar a la subida de La Salle, en una casa alta de esquina con escaleras.

De ella se tiene un recuerdo trágico, ya que su hija Norma murió en forma absurda al caerse de espaldas desde la motocicleta de un amigo y se fracturó el cráneo.

Ella era una joven amiga y fue un duro golpe para todo el grupo con el que compartimos cuando viví una temporada en la casa de mi abuelo en la calle Bogotá.

LAS DIVERSIONES

A los ojos de hoy, es difícil entender en cómo se podía divertir la gente en la mitad del Siglo XX si no había -por ejemplo- televisión, computadores, tabletas, celulares, Internet ni mucho menos discotecas, ventas de pollos asados y los sitios de reunión de hoy.

Los Bailes Caseros


Equipo de sonido de los años 50.

La moda era hacer las fiestas de matrimonios, cumpleaños, grados, bautismos y año nuevo en las casas.

Para tales eventos, se desocupaba la sala para el baile y se arreglaba el patio para poner las mesas y sillas de los participantes. Si era en la noche, había que preparar las extensiones eléctricas con bombillos de 100 bujías.

Cuando los invitados eran muchos, una forma de aminorar y financiar los costos era montar la "cantina" en el patio de la casa. Allí se ponían unas cajas de aguardiente y ron y unos tanques de 55 galones con hielo y afrecho de arroz para enfriar las cervezas y gaseosas, para venderlos a los asistentes.

Si se tenían los recursos se podía tener música en vivo con Toño Beltrán y su Combo. La segunda opción era el pickup de Arturo Arbeláez [Ver en Los Oficios: El señor Arturo]. Y la tercera era el tocadiscos.

En esos momentos habían llegado los modernos tocadiscos -especialmente de Philips- con su mueble de madera con patas, que reproducían los discos de pasta de 78 r.p.m. -revoluciones por minuto-, los de vinilo de 33 1/3 r.p.m. -los llamados long play- y los de 45 r.p.m -que tenían el agujero del centro más grande y necesitaban una calza-.

Estos equipos de sonido -que tenían alta fidelidad, ecualización y reverberación- también sirvieron a los jóvenes para hacer sus fiestas en casa, incentivadas por la llegada del twist y del rock and roll que hicieron furor al final de los años 50.

Los bailes eran dignos de ver, ya que las parejas competían por repetir lo mejor posible los pases acrobáticos que se veían en las películas gringas.

Pero la música que más sonaba era la tropical y bailable. Por un lado estaban los grupos costeños, especialmente Los Corraleros de Majagual con los éxitos "La Mafafa", "El Pájaro Picón Picón", "La Adivinanza" y "Culebra Cascabel" del cartagenero Eliseo Herrera. De Cartagena se escuchaba a Pedro Laza y sus Pelayeros con los porros "El Conejo", "Pie Pelúo", "Vámonos caminando" y el merengue "Avelina".

De Montería La Sonora Cordobesa con sus éxitos de los primeros volúmenes de "14 Cañonazos Bailables", los porros 'San Carlos', 'El Ratón', 'El Pájaro Picón Picón', 'El Breu', 'No Me Molestes' y 'La Sabrosa', cantados por Eliseo Herrera y el 'Indio' Chávez.

Y de Barranquilla La Orquesta de Pacho Galán que puso a bailar a todos con el nuevo ritmo del merecumbé y su gran éxito "Ay Cosita Linda".

Sin faltar "Carmen de Bolívar" del inmortal Lucho Bermúdez, "La Estereofónica" del maestro Manuel Villanueva y su Orquesta, "La Vaca Vieja" de Clímaco Sarmiento y "La Ceiba" -aquella de "tumbé, tumbé la ceiba mamá, tumbé la ceiba"-, cantada por Lucy González la "Cieguita" con el Combo Orense de Antolín Lenes.

Y aunque también tuvieron su cuota el twist y el rock and roll -como mencionamos antes-, que a veces monopolizaban los bailes, estos ritmos contagiaron al acordeonero Carlos Román "Romancito" que sacó el aún superviviente "Very Very Well", que dice: "Hello mister, smoking you / o what she drinking o whisky / o dan rumba o rock and roll / ¡oye colombia! merecumbé.... / tu lay baby, tu lay baby, / tu lay woman, tu lay woman / my good friend, very very well".

La Bola, el Bate y la Manilla

El juego más popular era el de la bolita de caucho, la que se golpeaba con los dedos de la mano apretados sobre la palma y se corrían las bases al igual que el béisbol.

También se jugaba al bate, que era un béisbol rudimentario con manillas de lona y una bola de trapo con tiras de tela enrolladas sobre una bola de caucho -para que corriera más- y cubierta al final con una media. Los jóvenes más adelantados en el juego hacían otro tipo de bola, con un centro de una bola más pequeña y sólida a la que se le enrollaba hilo de barrilete con goma, para finalmente usarla así o forrarla con gutapercha o esparadrapo.

Otro juego era la tapita, que tenía reglas similares al béisbol, golpeando una tapita de gaseosa -o checa en jerga ñera- con una varita dura que reemplazaba al bate, preferiblemente de guayacán de La Popa. Hubo muchos accidentes de los ojos -yo mismo sufrí un golpe-, hasta que se inpusieron las gafas protectoras de plástico que se utilizan en las construcciones.

La Bolita de Uña


Desde los pequeños hasta los grandulones, la bolita de uña agotaba todo un día de diversiones. Se jugaba desde el cabe y hoyo, hasta la vuelta a Colombia.

El juego tradicional de bolita de uña se hacía sobre el suelo limpio, en el que se trazaba un cuadrado y se hacía un hoyo en el centro en el que entrara una bolita, así como en el golf. La bolita se podía poner en cualquier lugar sobre las líneas y tratar de embocarla en el hoyo, golpeándola con el dedo índice que se ponía sobre el suelo, se le hacía presión hacia atrás con el dedo gordo y se soltaba con la fuerza controlada para que llegara al objetivo.

La salida era por sorteo y el que embocara más veces en las varias tandas del juego se ganaba el "case" de las bolitas que todos ponían. Si en cada intento no se embocaba, las bolas quedaban en el terreno y si alguien estaba peligrosamente cerca del hoyo, otro jugador podía pegarle para alejarlo e inclusive sacarlo del cuadro y del juego. Pero había otra jugada excepcional llamada "cabe y hoyo", en que a la bola de un rival en el terreno se le podía pegar primero -ese era el "cabe"- y luego, de carambola, hacer el emboque -que era el "hoyo"-, con lo cual ganaba enseguida sin esperar a que los otros terminaran la tanda.

Otra variante era que todos ponían una o varias bolitas dentro del cuadro y cada participante podía hacer tiros a ras de tierra o desde el aire -por lo que debía tener buen tino- para tratar de sacarlas y quedarse con ellas. Lo mismo que se ponían una o varias bolitas de todos los jugadores en un triángulo y desde un punto a distancia se trataba de sacar el mayor número de ellas para ganarlas.

La "Vuelta a Colombia" era una simulación de las carreras anuales de bicicletas que se transmitían en vivo y desde las carreteras por Carlos Arturo Rueda y en las que se habían consagrado Efraín "Zipa" Forero, Ramón Hoyos Vallejo y Roberto "Pajarito" Buitrago. En los 60 fue que apareció Martín Emilio "Cochise" Rodríguez.

La pista se creaba en un patio o en un terreno adosado a la casa -en donde no circularan personas- y que tuviese ondulaciones naturales. En ese espacio se abrían surcos que ocuparan la mayor extensión posible y se marcaban la salida, las etapas y la llegada. La mecánica del juego era ir golpeando la bola con los dedos desde el punto de partida hasta llegar a la meta, pero si alguien se salía del surco debía regresarse a la partida de la etapa. Había varias reglas, como -ejemplo- para cuando se encontrara un rival en el camino.

Ahora bien, las bolitas con que se jugaba eran de cristal con unas espirales de colores diferentes en su interior. A veces llegaban unas totalmente blancas, como de porcelana, y en otras ocasiones los llamados "bolinches" que eran más grandes. Tampoco faltaban los "balines", que eran de acero y algunos grupos no permitían su uso.

Los Juegos con Pita

En Torices tuvieron gran apogeo el barrilete, el trompo y el yoyó, que tenían en común que debían usarse con una pita.

Hoy se usa el término cometa como sinónimo del barrilete, pero en verdad el primero es en su mayoría hecho con armazón y cubierta plástica, pero que emociona a los chiquillos por sus atrayentes figuras de dragones y pájaros.

En cambio el barrilete en Torices era otra cosa. No solamente por su estructura, sino porque debía ser armado por su propietario.

Para eso había que buscar la cañabrava y hacer el esqueleto, comprar el papel y hacer pegante con harina de yuca -llamado almidón o engrudo- para forrarlo y pegar los runrunes, los perendengues y la estrella central.

Ponerle la cola y la culebrina, hacerle los tres hilos y elevar el barrilete era ya el paso final, para mostrar a los demás su obra personal.

Lo mismo pasaba con el trompo, que comenzaba por conseguir en las faldas de La Popa el trozo de guayacán para llevárselo al tornero y tener uno a nuestro entero gusto. Y es que bailar con la pita un trompo comprado no tenía gusto.


Y ni qué decir del yoyó original, que nada tenía que ver con el de marca Russell popularizado después por Cocacola.

El que bailábamos en esos tiempos era de madera, hecho en un torno -al igual que el trompo- y se vendía en el mercado de Getsemaní.

El yoyó es de una simplicidad única, ya que se trata de un disco de madera con una ranura profunda que deja dos tapas unidas en el centro con una especie de eje.

Y la física explica que el yoyó aprovecha su peso y rotación al desenrollarse -así como el estiramiento de la pita amarrada al eje-, para que una vez llegue abajo comience la pita a enrollarse y a subir el yoyó.

[Ver en Notas Breves: El Barrilete y El Trompo]

Otros Juegos de Calle

Quizás el más célebre era la "Penca Escondida", en el que un participante escogido por el grupo tenía la misión de esconder un cinturón enrollado en un lugar difícil de encontrar, como debajo de una maceta o dentro de una caneca.

Cuando salían a buscarlo, el que lo escondió daba pistas diciendo "frío, frío" si estaban bastante apartados, pero si alguien se acercaba un poco entonces le decía "tibio, tibio", y cuando ya estaba a punto de descubrirlo le gritaba "caliente, caliente".

Al final, quien encontraba la penca era el encargado de esconderla en el siguiente turno.

Y el más popular era "La Escondida", ya que permitía alejarse de la casa por las calles del vecindario.

El juego consistía en escoger primero a uno de los participantes para que se quedara de espaldas al grupo al pie de un poste de energía contando hasta diez, mientras los demás salían a esconderse.

Cuando el designado salía a buscarlos, a quien encontrara debía tocarlo para que fuera el próximo en quedarse en el poste. Por su parte, los que podían escabullirse y tocar el poste, quedaban seguros.

Un juego muy parecido era "La Libertad", que lo jugaban los jóvenes de mayor edad. En este caso había dos grupos, uno de los malos que se iban a las calles vecinas a esconderse y otro de los buenos que salía a buscar a los otros. Los capturados eran llevados a un poste u otro sitio escogido en donde eran vigilados, mientras sus compañeros hacían lo posible para llegar y tocarlos para darles la libertad. Cuando los buenos lograban capturar a todos los malos, se invertían los papeles de los grupos y continuaba el juego.

Los Juegos de Mesa


Juego de lotería, con cartón y fichas.

Fue una época en donde aparecieron juegos que engrupían a los participantes hasta la madrugada y hoy todavía se recuerdan.

El más popular y fácil era la lotería, que además se podía jugar en grupos más numerosos. A cada jugador se le entregaba un cartón con varios números impresos y en una bolsa se guardaban fichas numeradas.

Además, en la mesa se ponían granos de maíz o de frijol para que se marcaran en los cartones los números que iban saliendo. Por su parte, los jugadores -en orden- se rotaban el sacar los números de la bolsa y "cantarlos".

Era costumbre anunciar los números acompañados de frases graciosas, como "los paticos, el 22".

Le seguía en popularidad el Monopolio, que era un tablero grande con calles y propiedades. En la versión colombiana que fue hecha en Medellín tenía nombres de esa ciudad. A cada jugador se le entregaba una figura que lo identificaba cuando recorría las calles y una cantidad acordada de billetes de varias denominaciones.

Después de sortear el orden de juego, se tiraban un par de dados y se adelantaba tantos espacios de acuerdo con la suma de los números.

Si caía en una propiedad sin dueño la podía comprar al banco -que era un jugador elegido-, pero en caso contrario debía pagar un arriendo. Estos valores estaban en una lista.

Había un grupo de tarjetas y unos espacios en el tablero llamados "Arca Comunal" y quien caía en uno de ellos debía retirar una tarjeta y hacer lo que le ordenara, como avanzar o retroceder varios espacios. La tarjeta usada se ponía de última en la pila.

De este comienzo, se pasaba a la construcción o ampliación de edificios, la compraventa de propiedades al banco y todas las operaciones inmobiliarias posibles. El monopolio se jugaba por horas, hasta que alguien se hacía dueño de la mayoría de propiedades o los demás se quedaran sin dinero para comprar o pagar los arriendos, por lo que al final se rendían.


La pirinola.

Otro favorito era el ludo -llamado en otras partes parqué-, que tenía un tablero con cuadrados de diferentes colores en cada esquina -uno para cada jugador- y una cruz ancha en el centro con cuatro entradas divididas en espacios de los mismos colores de las esquinas. En el espacio entre los cuadrados de las esquinas y las entradas aparecían unos espacios en curva, por los que transitaban los jugadores para llegar a la entrada que le corresponda.

A cada jugador se le entregaban cuatro fichas para moverse por los espacios del tablero y una esquina con su color en donde debía colocar sus cuatro fichas. La finalidad del juego era que los cuatro participantes recorrieran todo el tablero y ganaba el que llegara primero con sus cuatro fichas al final de su propia entrada.

Los jugadores lanzaban por turnos un par de dados y avanzaban tantos espacios como la suma de los números que salieran. Había algunas reglas especiales, como matar a quien estuviera en el espacio en que caía la ficha del jugador en turno, o espacios en que se estaba seguro y no lo podían matar. O que quien tirara un número doble -por ejemplo, doble seis- volvía a lanzar, y quien lo hiciera tres veces seguidas su ficha iba a la cárcel, es decir al punto de partida.

Había otro juego sencillo pero que exaltaba los ánimos y vaciaba los bolsillos. Era la pirinola, con forma de trompo pero de seis caras planas, que se hacía girar con la punta de los dedos y la persona en turno debía seguir las instrucciones estampadas en cada una de las caras, que eran "Pon uno", "Pon dos", "Todos ponen", "Toma uno", "Toma dos" y el esperado por todos de "Toma todo".

Las apuestas variaban, desde las cajetillas de cigarrillos y los botones de los niños, hasta las monedas y billetes de los más grandes. En la lotería y el ludo había un plato con los "cases" que ponían los participantes y que al final se llevaba el ganador.

En la pirinola se establecía previamente cuál era el valor a poner en cada jugada. Y en el monopolio no había apuestas en moneda cantante y sonante, ya que se trataba del placer intrínseco de comprar y atesorar propiedades.

El Hula Hula

Aunque parezca raro, este aro fue la sensación en los años 50 cuando vino de los Estados Unidos, a pesar de haber sido usado desde hace siglos en diversas partes del mundo.

La idea era hacerlo girar en la cintura por el mayor tiempo posible. Como coincidencia, fue contemporáneo con el twist y el rock and roll, de tal manera que para quienes se preparaban en estos bailes modernos con sensuales movimientos de caderas, el hula hula fue una gran ayuda.

Para los más pequeños, se convirtió en una distracción que ayudó mucho en mantener el estado físico y en mejorar los movimientos y el ritmo. Así como de ocupar bien el tiempo libre.

En la historia del hula hula hubo películas, actos de circo y últimamente se ha rejuvenecido en el deporte como ejercicio de calentamiento.

Las Rondas

Otras actividades de los niños se conocían como rondas infantiles, que ahora están siendo rescatadas en las escuelas y colegios como material para el desarrollo de las habilidades cognitivas y motoras.

El nombre de ronda surge de la acción de dar vueltas en círculos, mientras los niños se divierten, cantan y desarrollan un juego.

La más recordada era "Arroz con Leche", en donde uno de los niños se queda en el centro del círculo mientras que los demás empiezan a girar y cantar. Su finalidad es elegir uno de sus compañeros para que lo reemplace. La letra dice: "Arroz con leche, me quiero casar, con una señorita de la capital, que sepa coser, que sepa bordar, que sepa abrir la puerta, para ir a jugar. Con ésta sí, con ésta no, con esta señorita me caso yo". El canto se repite hasta que se decida señalar a uno cuando se diga "con esta señorita me caso yo" y éste pasará al centro.

La ronda "El Puente está Quebrado" -conocida también como "El Sol y la Luna"-, consiste en que dos niños formen un puente con sus brazos, mientras que los demás hacen una hilera que gira y pasa por debajo de ese arco. Al llegar a la última estrofa de la canción, los niños que hacen de "sol" y de "luna" bajarán sus brazos aprisionando al último niño de la hilera, quien debe decidir si se va para "el sol" o para "la luna". A final, las dos filas formadas harán una demostración de fuerza hasta que uno de los grupos gane. La letra dice: "El puente está quebrado con que lo curaremos, con cáscaras de huevo, burritos al potrero, que pase el rey que ha de pasar, que el hijo del conde se queda atrás".

En "La Marisola" se escogía una niña que tuviera una falda ancha y larga. Los demás niños le agarraban la punta de la falda para iniciar la ronda, en la cual cantaban y giraban alrededor de ella. La letra dice: "Estaba la Marisola sentada en su vergel, abriendo una rosa, cerrando un clavel. ¿Quién es esta gente que pasa por aquí, ni de día ni de noche nos dejan dormir? Somos los estudiantes que venimos a estudiar, en la capillita de la Virgen del Pilar. Platico de oro, orilla de cristal, que se quiten, que se quiten, de la puerta principal".

Entre estos juegos infantiles estaba "Emiliano", en el cual uno de los niños hacía de Emiliano y los demás formaban una hilera, encabezada por la mamá y seguida por los hijos que entonaban "Emiliano que le dan, la cebolla con el pan". En cada vuelta del grupo, la mamá decía "Mariquita el de atrás" y el que estaba allí contestaba "Señorita mamá". Entonces la mamá le ordenaba "Vaya donde Emiliano a ver si está vivo o está muerto". Cuando se informaba que "Emiliano" había muerto, éste salía rápidamente a coger alguno de los participantes, quien pasaba a ser "Emiliano".

Finalmente, "Los Pollos de mi Cazuela" se jugaba con parejas colocadas en dos filas, frente a frente, quienes al ritmo de la canción golpeaban sus manos en diferentes rutinas. La letra dice: "Los pollos de mi cazuela / no sirven para comer / sino para la viejita / que los sabe componer. / Se les echa ají y cebolla / con hojitas de laurel / y se sacan de la cazuela / cuando se van a comer. / Compónte, niña, compónte / que ahí viene tu marinero / con ese bonito traje / que parece un marinero. / Anoche yo te vi / bailando el chiquichá / con las manos en la cintura / para salir a bailar. / Yo soy la que parto el pan / yo soy la que tomo el vino / yo soy la que me meneo / con este cuerpo tan divino".

Las Canciones Infantiles

Una parte importante en la formación de los niños era enseñarles canciones y tonadas rítmicas y a veces burlonas, que llevaban mensajes de diversa índole y los grupos ocupaban el tiempo en interpretarlas.

Al pensar en ellas, la primera que viene a la mente es "Los Pollitos", que en cualquier encuesta debe ser recordada por el 100% de los entrevistados. Su letra dice: "Los pollitos dicen / pío, pío, pío / cuando tienen hambre / cuando tienen frío. / La gallina busca / el maíz y el trigo / les da la comida / y les presta abrigo. / Bajo sus dos alas/ acurrucaditos / hasta el otro día / duermen los pollitos".

Muy usada por las mamitas para calmar a los hijos en brazos era "Soy Pirata", que dice: "Soy pirata y navego en los mares, / donde todos respetan mi voz; / soy feliz entre tantos pesares / y no tengo más leyes que Dios, / y no tengo más leyes que Dios, / viva la mar, viva la mar. / A la luz de la pálida luna / en un barco pirata nací; / a bogar fue la voz que en mi cuna / escuchando a mi madre aprendí, / viva la mar, viva la mar. / Cuando niño a rezar me ponía / y mi madre empezaba a cantar, / era tanta mi dulce alegría / que no hallaba más dicha que el mar / que no hallaba más dicha que el mar /viva la mar, viva la mar. / De la guerra los crueles horrores / en silencio me hacía contemplar / cuantas veces me dijo no llores, / los piratas no saben llorar, / los piratas no saben llorar, /viva la mar, viva la mar".

Otra era "Tengo una Muñeca", cuya letra es: "Tengo una muñeca vestida de azul, / con su camisita y gorro de tul. / La saqué a paseo y se me constipó, / la tengo en la cama con mucho dolor. / Esta mañanita me dijo el doctor,/ que le de jarabe con el tenedor. / Dos y dos son cuatro, cuatro y dos son seis, / seis y dos son ocho, y ocho dieciséis, / y ocho veinticuatro, y ocho treinta y dos / más diez que le sumo son cuarenta y dos".

"El Patio de mi Casa" era una de letra cortica y pegajosa: "El patio de mi casa / es particular, / si llueve, se moja / como los demás. / Agáchate, niña, / y vuélvete a agachar! / ¡Que si no te agachas / no sabes bailar!"

"A la Rueda, Rueda" era lo mismo que la anterior: "A la rueda, rueda / de pan y canela / dame un besito / y vete pa"la escuela. / Si no quieres ir / acuéstate a dormir / en la yerbabuena / o en el toronjil".

Y para finalizar, "Naranja Dulce", una de las más cantadas: "Naranja dulce, / limón partido, / dame un abrazo / que te lo pido. / Si fueran falsos / mis juramentos / pronto, muy pronto / en otros tiempos / se olvidarán. / Toca la marcha, / mi pecho llora / adiós, señora, / yo ya me voy".

LOS GAYS DE LA ÉPOCA

El Musa

La población 'gay' también tuvo dos representantes en esa época de mitad de siglo. Uno era un viejo moreno y delgado, a quien llamaban 'Musa' y que tenía el oficio de lotero, cuando la lotería se vendía por 'quintos' y no por fracciones como ahora.

Sus principales clientes eran las señoras de las casas, con quien sostenía conversaciones para ponerlas al día de lo que pasaba en la ciudad.

Ulises

El otro era joven, moreno y atlético, de nombre Ulises -quien usaba suéteres apretados para mostrar su musculatura-, y vendía los raspados por el todo el barrio en su carreta de madera, rematada por un techo para protegerse del sol y de la lluvia. Tenía tres ruedas forradas con tiras de llantas de carro, con depósito en la parte baja para el hielo con cascarilla de arroz, una plataforma a media altura forrada en zinc para raspar el hielo y al frente y a los lados de ésta los lugares para insertar las botellas de vidrio de las esencias hechas con almíbar.

Su arma era el 'cepillo', con un cuerpo rectangular y una tapa con pasador que ocupaba la parte superior y delantera -todo en metal-, además de una cuchilla de acero en la parte inferior que se podía graduar hasta encontrar el punto perfecto para el corte del raspado.

Algo anecdótico es que cuando llegaron las primeras neveras de gas y se podía hacer hielo en la casa, se hacían cubetas de hielo sin las divisiones, que entonces eran metálicas. Después se sacaba la barra de hielo, se paraba de costado y con este 'cepillo' se hacía raspado doméstico.

Como en los patios de las casas de Torices crecían silvestres los tamarindos, mangos, guayabas, guanábanas, chirimoyas, jobos, papayos, mamones y muchos más, no había problema alguno para preparar también un almíbar con alguno de estos sabores. [Ver en Notas Breves: La Carretilla de 'Raspao']

LAS RUTAS DE TRANSPORTE URBANO

Para el transporte urbano en chivas -llamadas hoy buses-, inicialmente funcionó la ruta de 'Torices - Crespo', que arrancaba desde el barrio de Crespo, cruzaba el puente de Canapote sobre el caño Juan Angola -hoy desaparecido y reemplazado por el puente Alfonso Romero Aguirre-, cruzaba los barrios de Canapote y Santa Rita, y seguía por la carretera de Torices hasta El Espinal. El más emblemático de los choferes de esas 'chivas de palo' fue 'Aguja', quien tenía a su cargo un bus impecable y bien adornado.

Luego, con la apertura y pavimentación del Paseo de Bolívar se abrió la ruta 'Torices - Daniel Lemaitre', que salía de este último barrio, recorría el Paseo de Bolívar y salía por El Espinal para finalmente unirse a la carretera de Torices. Esta ruta también tuvo su personaje, que era 'Macario', un chofer moreno y gordo que manejaba una chiva que parecía estar siempre a punto de desarmarse.

LA DANZA DEL GALLINAZO

Para las Fiestas del 11 de Noviembre el barrio tenía una representación de lujo con la 'Danza del Gallinazo'. Los habitantes de la parte alta de la calle Jorge Isaacs -en las faldas de La Popa-, decidieron encarnar a los personajes de una leyenda que contaba la historia de un burro viejo y flojo que hace la siesta, mientras que los gallinazos -creyendo que está muerto y previendo un buen festín- danzan a su alrededor. El perro ladra tratando de evitar la desgracia de su viejo amigo, pero al final suena un escopetazo y el cazador da muerte al burro aburrido por su edad y pereza.

Cada personaje lleva un disfraz que lo caracteriza. El del burro tiene una máscara que simula la cabeza del asno y un vestido pardo con cascos y cola. El perro tiene igualmente una careta y un vestido de color con manchas. Estos dos personajes deben actuar agachados. Por su parte, el cazador tiene una escopeta hechiza de regadera y su vestido es de campesino con pantalón caqui, abarcas y sombrero de paja.

El grupo de gallinazos -llamados igualmente goleros o zopilotes-, tenían en esos tiempos de mitad del siglo XX unos disfraces muy originales, ya que consistían en caretas de malla metálica fina -como la de los mosquiteros- que simulaban los fuertes picos de los carroñeros, así como vestidos enterizos de manga larga, con alas entre los brazos y la piernas, el pantalón estilo bombacho y medias altas de color negro o blanco.

El color de las caretas y los vestidos corresponde a los diferentes miembros del clan, que son: el 'rey de los gallinazos' con pico blanco, cresta roja y vestido negro; el 'alguacil' de color gris; las 'lauras' de color pardo y el resto de los 'gallinazos' de color negro. A veces se ponían otros detalles en los disfraces, como líneas blancas en las alas y picos.

En el desarrollo de la comedia, acompañada de música de viento y de percusión, cada uno de los personajes recita unos versos que se han mantenido desde sus comienzos en los principios del siglo XX. Son muy pegajosas las primeras palabras del 'rey gallinazo', quien tiene la prioridad al momento de comerse a la víctima: 'Soy rey de los reyes, pero a mucho honor, que nadie pica la presa sin que la pique yo...'.

Algunas veces incorporaban un 'pichón' de gallinazo, que como se sabe es de plumón blanco antes de salirle las plumas negras, tal como lo dicen en uno de sus versos: 'Yo sé que blanco nací, hoy es negro mi color. Tengo las patas largas, también soy buen volador'.

EL CLUB LOS MARAÑONES

En la casa de Roberto Pérez se creó a mediados de los años 40 del siglo pasado un club para jugar ping pong. Algunos de los socios fueron Amín Díaz Luganelli, Carlos Crismatt Araújo, César Moreno, Fernando Castro Barrios, 'Fufo' Ballestas, Julio Blanch Calvo, 'Nacho' Espinosa, 'Poli' Ugarrriza y Rafael Mouthon Barrios. Los miembros aportaron para la compra de los elementos y todas las noches asistían para la celebrar los partidos.

El nombre escogido fue 'Club Los Marañones', ya que en el barrio de Torices había abundancia de este árbol, que produce un fruto carnoso de color rojo y que tiene en la base una nuez, de la que se extrae una sabrosa semilla al calentarse sobre el fuego.

Como el gran músico Lucho Bermúdez era primo de Roberto Pérez -el dueño de la casa-, cada vez que venía a Cartagena se bajaba allí, por lo que muchas veces animó con su orquesta algunas veladas de los fines de semana. Pero lo más interesante, fue que Lucho Bermúdez se encariñó tanto con el club, que terminó componiéndole un porro que tituló 'Los Marañones de Torices', cuya letra es:

Los Marañones de Torices

Es el ping pong muy retozón
Los marañones los reyes son
Es el ping pong muy retozón
Los marañones los reyes son

Qué sabrosito está el ping pong
Los marañones los reyes son
Qué sabrosito está el ping pong
Los marañones los reyes son

Ping ping ping pong
Ping ping ping pong

Jugando así goza mi son
Los marañones los reyes son
Jugando así goza mi son
Los marañones los reyes son

Qué calientico y qué sabrosón
Los marañones sabrosos son
Qué calientico y qué sabrosón
Los marañones sabrosos son

Ping ping ping pong
Ping ping ping pong

LA IGLESIA SAN JOSÉ DE TORICES


Iglesia San José de Torices. [Foto: El Universal]

Para los toricences la Iglesia de San José hace parte de su historia, ya que desde que los Carmelitas se trasladaron al barrio, acompañaron a la comunidad en todas sus ceremonias religiosas, desde el bautizo y el matrimonio hasta la despedida final a sus feligreses.

Inicialmente los Carmelitas Descalzos se establecieron en Cartagena el 4 de noviembre de 1931, fecha en la que el arzobispo Pedro Adán Brioschi los nombró administradores de la actual iglesia de El Cabrero.

De acuerdo con los datos de la comunidad, la primera piedra del templo actual fue bendecida por el arzobispo de la Diócesis de Cartagena en la fiesta de San José el 19 de marzo de 1934. Posteriormente, en 1938 se trasladaron a Torices y se alojaron en una pequeña casa en los terrenos que después ocupó el colegio Eucarístico de Torices -en la esquina de las calles Bogotá y Julio Arboleda-.

Luego se comenzó a construir a su lado la iglesia con el concurso de todos los habitantes del barrio y fue erigida en parroquia el 15 de diciembre de 1939 con el nombre de San José de Torices. El nuevo templo fue terminado y bendecido el 20 septiembre 1942 por el arzobispo José Ignacio López Umaña.

Todo fue posible gracias a la labor del padre Luis Antonio Purroy del Sagrado Corazón-a quien todos llamaban con cariño el "padre Antonio"-, un santo sacerdote Carmelita que se ganó el corazón de los habitantes de Torices, y que siempre tuvo una sonrisa, un consejo y un alivio para todos los que llegaron en su búsqueda.

Desde ese año de 1938 hasta su muerte el 30 de mayo de 1968 -con un breve interregno de 1954 a 1960- fue el párroco más querido de Cartagena. En su labor evangélica y pastoral llevó consuelo a los enfermos y necesitados, orientó a los niños y jóvenes en su crecimiento al lado de Dios y trabajó en cimentar su parroquia para que viviera aún después de su muerte.

Todos los toricences de esa época recordamos con alegría y nostalgia las procesiones del 19 de marzo en honor a San José, que al son de las marchas religiosas de las bandas de viento recorrían todas las calles del barrio con la participación activa de adultos, jóvenes y niños.

Al lado del "padre Antonio" también cumplió su labor parroquial durante algunos años un cura español de nombre Cirilo, que se hizo famoso entre los jóvenes del barrio porque no aceptaba que se jugara en los terrenos que estaban al lado de la iglesia.

Cada vez que los grupos llegaban a jugar béisbol con bola de trapo y el padre Cirilo se daba cuenta, salía amenazante con un palo de escoba. La ironía era que precisamente frente a ese campito quedaba la casa de Armando 'Niño Bueno' Crisón -gloria del béisbol cartagenero- y una cuadra más adelante la de Julio Blanch Calvo -connotado cronista beisbolero-.

Cartagena de Indias, octubre 10 de 2012
Actualización: Mayo de 2015
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