Lata antigua de Avena Quaker y llave para abrir las latas. |
LAS LLAVES DE QUAKER
Por: Carlos Crismatt Mouthon
Hubo un tiempo -en las décadas de los 40 y 50 del siglo XX-, en que las llaves con que se abrían las tapas de las latas de Avena Quaker se podían cambiar por 'lozas', es decir por vajillas de mesa de fina porcelana.
Este modelo de latas tenían unida la tapa al cuerpo mediante una cinta metálica circular, con una lengüeta en la punta. Esta punta se levantaba un poco con la uña y se metía en la ranura de la llave, la que se giraba hasta que el total de la cinta se enrollaba en la llave y se desprendía. Por su parte, la llave estaba pegada a la parte superior de la tapa con un solo punto de soldadura, por lo que era fácil quitarla.
El asunto era que el canje debía hacerse en Panamá, en donde la empresa Quaker podía llevar directamente su cargamento de vajillas sin los problemas de la nacionalización en Colombia. Por ello, quienes tenían familiares en el istmo -lo cual era muy corriente dado el continuo tráfico entre esa nación y el puerto de Cartagena- enviaban las llaves con amigos para que reclamaran el premio y lo trajeran.
Cuando no se tenía esta facilidad, debían enviarse las llaves por correo a la oficina de Quaker en Panamá y esperar un buen tiempo -quizás muchos meses- a que llegara por barco la prometida vajilla.
Los modelos y el material de las vajillas -de porcelana blanca- eran artísticos y de primera calidad, por lo que muchas de estas piezas -especialmente las soperas- aún son conservadas por las tradicionales familias cartageneras y sus descendientes.
Lo que nunca llegó a saberse fue el destino de las llaves recibidas por Quaker en Panamá. La leyenda más conocida era que se llevaban a altamar y allí se botaban al fondo del océano. Otros -más adelantados en asuntos de manufactura-, sostenían que eran devueltas a Estados Unidos para reciclarlas, dada la escasez de estos metales después de la Segunda Guerra Mundial.