La 'picúa' o barracuda es uno de los peces más voraces del mar Caribe. [Foto: Wikipedia] |
'LA 'PICÚA' Y LA 'SARDA'
Por: Carlos Crismatt Mouthon
En una ciudad a orillas del mar Caribe como Cartagena de Indias, se crece oyendo tantos nombres de peces que llegan a ser muy familiares. Los más comunes eran los que llegaban a la mesa, como el sábalo, el chino, la sierra, la mojarra, el pargo, la cherna y el mero.
Pero dentro de ese universo, también se escuchaba hablar de la 'picúa' y de la 'sarda', dos nombres que se pronunciaban con respeto y temor. Los pescadores tenían dentro de sus eternas historias, pasajes con estos dos respetables habitantes de nuestras costas.
De la primera se derivó un dicho popular, que es 'correr picúa', aplicado principalmente a los policías de tránsito que se ocultaban para sorprender a los conductores y luego tranzar la multa.
Esto, porque la mejor manera de capturar este pez es desde una lancha en movimiento, desde la que se tira al mar un cordel de pesca con una 'cuchara' de metal reluciente -aditamento de pesca parecido al calzador de los zapatos- rematada por anzuelos y un arreglo con plumas o hilos que simulara un pez herido.
Cuchara para la pesca de la 'picúa' mediante el correteo en una lancha. |
El movimiento del agua, el reflejo de la luz y la figura que se aleja rápidamente hacen que la 'picúa' ponga a prueba su agilidad y velocidad para capturar lo que cree que es una buena víctima.
Para los jóvenes de finales de los años 50 del siglo pasado, fue una revelación conocer que la barracuda, el enemigo de James Bond -el agente 007- en su novela de aventuras por las islas del Caribe 'Vive y deja morir', era la misma 'picúa' que nuestros pescadores aficionados se ufanaban de capturar en veloces expediciones marinas.
Al conocer que este pez era una fiera de los mares, capaz de atacar al ser humano y destrozarlo con sus numerosos, fuertes y filosos dientes, cambió la imagen que se tenía de un simple pescado para la cocina. A lo que se sumó que muchos de ellos comen plantas y peces tóxicos, por lo que algunas comunidades no lo consumen para evitar envenenamientos, o 'ciguatera' como le dicen en Cuba.
Por su parte, con la 'sarda' la historia tuvo otro camino, debido a la llegada de tiburones a las costas cartageneras en la época que mencionamos. Debido a ello, en las únicas playas que tenía habilitadas Cartagena, que eran las de Crespo. Marbella y Bocagrande enfrente del Hotel del Caribe, se tomaron precauciones por parte de las autoridades para evitar más accidentes fatales con los bañistas.
El tiburón 'sarda' ataca cerca de las playas en temporada de lluvias. [Foto: Wikipedia] |
Los pescadores colaboraron en esta campaña de prevención, y por ellos la comunidad se enteró que la 'sarda' de que tanto se hablaba era uno de los más temidos tiburones, principalmente porque le gustaba merodear cerca de las playas con aguas de poca profundidad, especialmente cuando estaba lloviendo. Esto último porque tenía la capacidad de entrar y vivir en corrientes de agua dulce.
Esta información dejó en claro que los ataques de los tiburones no sólo se producían cuando los bañistas se metían muy adentro en el mar, sino que también era posible en las mismas orillas de las playas. Por ello surgió la idea de cercar con mallas y boyas una porción del mar en la zona enfrente del mencionado Hotel del Caribe, las que fueron bautizadas como 'Playas González', utilizando el apellido de su promotor Jaime González Amador quien trajo la idea de Estados Unidos, y además contaba con el permiso de las autoridades para instalarlas y cobrar por su uso. Posteriormente, en 1963 las 'Playas González' pasaron a manos de la Oficina de Turismo y luego desaparecieron, cuando los tiburones dejaron de hacer presencia en las playas de Cartagena.
En la parte superior derecha de la foto se ven las mallas de las 'Playas González' enfrente del Hotel del Caribe. [Foto: Cartagena de Indias Fotos de Antaño]] |
La verdad es que nunca se supo el porqué en esos tiempos los tiburones llegaron a nuestras playas. Se señalaban las tesis de cambios en las corrientes marinas, de la presencia de cardúmenes que se habían desviado, de cambios magnéticos que los desorientaron y de otras menos verosímiles.
En su afán de disminuir el número de tiburones, el municipio pagaba por cada ejemplar capturado, y para mostrar la efectividad de la campaña se colgaban de la cola en un palo de almendra que estaba frente a la puerta de la Policía Municipal, enfrente del muñón de muralla de la Torre del Reloj y del actual edificio del Banco de Bogotá. En ese lugar se construyó después en la década de los 60 la sede de 'The Royal Bank of Canada'.