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Noticia sobre el bombardeo del Lazareto de Caño de Loro. El Tiempo, septiembre 20 de 1950.

EL LAZARETO DE CAÑO DE LORO

Por: Carlos Crismatt Mouthon

En algunas investigaciones de la historia médica en la época de la Colonia, queda consignado que Cartagena por su continúo tráfico de personas fue el puerto de entrada de la lepra a la América española, una enfermedad infecciosa conocida también como 'Enfermedad de Hansen', 'Mal de Antón' y 'Enfermedad de San Lázaro'.

Afecta gran parte del cuerpo, especialmente la nariz -por donde entra el bacilo y es la primera en caerse-, el sistema nervioso periférico, los ojos, la piel, el tracto respiratorio superior, las manos, los pies, el músculo estriado, los huesos pequeños, el riñón y los testículos.

Se le llama 'Enfermedad de Hansen' en honor al médico noruego Gerard A. Hansen quien descubrió su etiología -la causa- que era una bacteria de forma bacilar a quien bautizaron también como 'bacilo de Hansen'.

Sobre el 'Mal de Antón', una de las explicaciones es que en España existe el Castillo de San Antón, que en tiempos pasados servía de lugar de cuarentena a los viajeros sospechosos de tener lepra.

Igualmente, se le designa como 'Enfermedad de San Lázaro' por la parábola que menciona el Evangelio del rico Epulón y Lázaro el leproso que llega al cielo, y que no tiene nada que ver con el Lázaro que resucitó Jesucristo. Por ello a los enfermos de lepra se les llama "lazarinos" y a los hospitales para su tratamiento 'lazaretos'.


Monedas de 2 centavos de 1921 que circulaban exclusivamente en los lazaretos Agua de Dios, Caño de Loro y Contratación.

Pues bien, con esos antecedentes desde la fundación de la ciudad, primero se creó un hospital para los leprosos en Getsemaní por allá por 1592, el cual fue trasladado en 1608 -y bautizado como 'San Lázaro'- al cerro en donde está hoy el castillo San Felipe de Barajas y que por eso fue llamado 'Cerro de San Lázaro'. Este dato es importante para entender el porqué el barrio aledaño se llama 'Pie del Cerro' y algunos cartageneros mencionan al 'Castillo de San Felipe' como 'Cerro de San Felipe'.

Posteriormente, al construir el castillo fortificado de San Felipe, el 'Hospital de San Lázaro' es trasladado -cercano a 1796- a la isla de Tierrabomba, en un sitio conocido como 'Caño de Loro', y fue bautizado como 'Lazareto de Caño de Loro'. Sobre este nombre hay leyendas locales que dicen que se llamaba 'Caño del Oro', pero que por la dicción de los locales terminó en 'Caño de Loro'.


Lazareto de Caño de Loro en 1939. Tomada de Tomás Morales Muñoz, et al. "La lepra en Colombia, encuestas epidemiológicas: lazareto de Caño de Loro - Cartagena", Revista Colombiana de Leprología, 1939,1 (1): 6-35, en pp 26-27. Publicada por el Banco de la República.

Allí permaneció hasta 1950, cuando el gobierno nacional determinó que los leprosos del lazareto de 'Caño de Loro' debían concentrarse en el de 'Agua de Dios', en Cundinamarca.

Antes de seguir adelante, hay que anotar que los primeros investigadores médicos de la enfermedad aseveraban que esta era hereditaria, por lo que la única medida para evitar su transmisión era el aislamiento por sexos de los que la padecían. Aún después de que Hansen descubrió que una bacteria era el agente causante de la lepra, hubo oposición de otros científicos debido a que ésta nunca ha podido ser cultivada en el laboratorio. Un dato curioso es que ante esta dificultad fue escogido el armadillo como el animal idóneo para hacer los ensayos. Desde entonces corrió mucha agua bajo los puentes hasta que en los años 40 se iniciara el tratamiento con 'dapsona' -un antibiótico bacteriostático- y la enfermedad se viera bajo otra óptica.

Hay que recordar que antes de los tratamientos con antibióticos los leprosos eran internados a perpetuidad en los 'leprocomios' y todos su bienes pasaban a manos del Estado, quien en retribución se comprometía a darles un auxilio de por vida a quienes estuvieran internados en los lazaretos ya reseñados de 'Agua de Dios' y 'Caño de Loro', así como en el de 'Concentración' en Santander.

Pues bien, la noticia del cierre del lazareto de 'Caño de Loro' y el traslado de los enfermos al de 'Agua de Dios' hubiese pasada inadvertida -igual que su lucha de más de dos siglos- si no hubiese sido porque se anunció, además, que el territorio donde estaba ubicado iba a ser bombardeado por aviones de guerra de la Fuerza Aérea Colombiana, tanto para eliminar cualquier vestigio del 'bacilo de Hansen' como para impedir que las viviendas fueran usadas por otras personas.


Noticia completa de El Tiempo sobre el bombardeo del Lazareto de Caño de Loro. Edición de septiembre 20 de 1950.
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Quienes estábamos muy pequeños en esas calendas y no fuimos parte directa del acontecimiento, tuvimos la oportunidad -en la medida en que crecíamos- de oír tantas veces la repetición de este hecho tan poco usual que terminó por hacer parte de la memoria permanente de nuestra generación. De acuerdo con las fotos publicadas por la prensa, sólo quedaron en pie la casa de dos pisos en donde vivían los médicos -que después se fue deteriorando por el abandono- y el frontispicio de la iglesia del lugar.


Estado de deterioro de la casa de los médicos del Lazareto de Caño de Loro en 2003. [Foto: Carlos José Crismatt Corena

Además, cuando después conocimos personalmente a contagiados con la 'Enfermedad de San Lázaro', tuvimos una reacción más natural, ya que teníamos la información de las autoridades sanitarias de que si bien era un enfermedad infecciosa, la mayoría de las personas son inmunes a su contagio, y quienes no lo eran se debía a tener deplorables condiciones de higiene y alimentación.

Así mismo, cuando se diagnóstica a tiempo, la lepra es curable mediante una paquete de medicamentos que se entrega gratuitamente y que contiene dapsona, rifampicina y clofazimina.

Esos encuentros se dieron en Torices, en donde gracias este tratamiento dos personas que alcanzaron a presentar daños en su nariz y manos fueron curados a tiempo y se les autorizó vivir en comunidad. Uno de ellos habitaba en una accesoria de la calle Bogotá -a la subida para Nariño- y tenía el negocio de montar 'rockolas' -o 'traganíqueles'- en las tiendas y bares del barrio. El otro vivía, igualmente, en otra accesoria de la parte alta de la calle Santander.

 


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