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Olla doble metálica para calentar la 'cola' al 'baño de María'.

COLA Y ENGRUDO

Por: Carlos Crismatt Mouthon

En la mitad del siglo XX fue famoso un pegante instantáneo que se llamaba 'cemento duco' pero como era muy caro y difícil de conseguir para la gente del común su uso estaba reservado -por ejemplo- a los arquitectos para pegar sus maquetas de madera y a las personas que querían reparar costosos adornos o juguetes que se rompían.

Por ello, uno de los pegantes más recordados de esos tiempos fue la 'cola' -también llamada 'cola de carpintero'- que se utilizaba principalmente para unir las partes de madera de mesas, sillas, puertas, 'seibós', escaparates, 'fiambreras' -un mueble tipo alacena con puertas con anjeo para guardar alimentos-, y muebles de alcoba, sala y comedor, entre otros.


Cemento Duco utilizado para reparar vajilas rotas y pegar trabajos manuales.

La 'cola' se hacía con cartílagos, cuernos, cueros, huesos y pezuñas -principalmente de vacunos-, que se ponían a hervir hasta que formaran una especie de gelatina y que luego se ponía a secar en forma de escamas. Entre otras cosas, la gelatina del hogar tiene básicamente el mismo procedimiento -pero con uno estándares de calidad y de higiene más exigentes-, en que mediante la hidrólisis parcial del colágeno extraído del hueso hervido y molido, piel, pezuñas, tendones, órganos y vísceras de ganado vacuno, porcino, equino y avícola, se obtiene una mezcla de péptidos y proteínas. La diferencia estriba en que los primeros tienen entre 2 y 100 aminoácidos y las segundas más de 100.

La 'cola de carpintero' se utilizaba calentándola en agua al 'baño de María' -o directamente al fuego en un recipiente con agua-, y al licuarse, estaba lista para su uso. En ese momento expelía un olor fuerte y desagradable que la identificaba, pero fuera de esto los maestros de la carpintería consideraban que un buen mueble pegado con 'cola' era garantía de solidez durante muchísimos años, hasta el punto que las actuales restauraciones se hacen con este pegante. Ellos tenían un paso adicional, que era mantener unidas las partes pegadas durante uno o dos días, ya fuera mediante una prensa, o con 'cabuyas' o pitas que se retorcían sobre las partes con un tubo o un pedazo de madera.

Para adherir papeles, cartones y trabajos manuales -esta última era una asignatura en el colegio-, se usaba el almidón o engrudo, que no es más que el almidón de yuca disuelto en agua y cocinado a fuego lento.

La yuca también es conocida como 'mandioca' en otros países de Sudamérica, como Brasil. Allí su harina se llama 'farinha' -en español 'fariña'- o 'tapioca'. Los puristas señalan que la única harina es la de los cereales, especialmente del trigo, así que el polvo seco de la yuca -que es una raíz- debería llamarse almidón o fécula de yuca.

El problema es que el término almidón se reserva para un constituyente pegajoso de la harina, ya sea de la yuca o de los cereales. El almidón es el que permite -por ejemplo- que se pueda hacer la torta de casabe, ya que de otra manera se desboronaría. Científicamente el almidón es un polisacárido formado por la glucosa en sus dos formas poliméricas, la amilasa y la amilopectina. Pero en términos prácticos, lo que se vende como almidón de yuca es en verdad la harina de yuca.

Entre otras cosas el almidón o harina de yuca tenía en esos tiempos otros muchos usos, tanto en la alimentación como en la rutina del hogar. Por ejemplo, después de lavar la ropa blanca -es decir, las camisas, pantalones, sacos de lino, sábanas y fundas- se les agregaba la harina de yuca diluida, para darle mayor rigidez y frescura.


Vieja prensa de manual de madera.

Igualmente, para personas -especialmente niños- con enfermedades de la piel -como el sarampión- se les espolvoreaba las partes afectadas con la harina de yuca para refrescarlas y aminorar la rasquiña -años después se usó la maizena-. Claro, que había que asearlas con frecuencia, porque en climas calientes después de algunas horas se presentaba el clásico olor de la fermentación del almidón de yuca.

Una vez la harina de yuca se cocinaba en agua y alcanzaba su punto de coagulación perfecto, se formaba el almidón o engrudo que se podía usar enseguida. Su efecto de pegado se lograba en pocas horas, después del cual era muy difícil separar las partes, aunque a veces se lograba hacerlo sin dañarlas mediante la aplicación de vapor de agua.

Cada preparación de almidón tenía pocos días de vida, ya que con el tiempo se fermentaba, licuaba y cogía mal olor. Aunque para evitar su descomposición algunos utilizaban la técnica de agregarle vinagre, o los que tenían nevera la guardaban allí.

Entre paréntesis, también existía el almidón de los pobres. Así se le llamaba a la 'uvita mocosa' -'Cordia bidentata'-, la fruta pequeña, redondeada y blanquecina de un arbusto muy abundante en La Popa y sus faldas. El contenido era gomoso y muy apreciado por murciélagos no hematófagos y diversas especies de pájaros e insectos.

Los estudiantes la usábamos para hacer las tareas de trabajos manuales y hasta para pegar el papel a los barriletes cuando no había plata para hacer el almidón. También la utilizaban los cazadores de pájaros, que la untaban en las ramas y dentro de las jaulas con la puerta abierta para que las aves se pegaran por las patas.

Un uso especial del engrudo o almidón de yuca era el que le daban los pintores de las carteleras de cine, muy de moda en esa época en Cartagena. Consistía en preparar el engrudo en unas latas vacías de un galón y luego agregarle los pigmentos diluidos de las pinturas -que muchas veces era simplemente anilina-, de tal manera que al secarse aguantaban el viento, el sol, la lluvia y hasta los dedos de los niños del barrio. Obviamente le agregaban vinagre u otro desinfectante para poder tapar las latas y usarlas sin problemas durante varios días.

Dicho sea de paso, estas carteleras -más o menos de 1.50 mts de alto por 75 cms- tenían el frente de madera cubierta con zinc liso y dos patas, y en la parte de atrás dos soportes de madera en forma de 'H' unidos al frente con dos cadenas, de tal manera que se podía abrirlas en compás para que pudieran pararse encima del piso. Algunos cines se ahorraban las patas traseras y las arrimaban a la pared.

Encima del zinc se pegaban con engrudo láminas de papel de envolver -el usado en la tiendas- y sobre esta superficie se pintabas las letras con la información de la películas, los artistas principales, el horario, el precio y el género -indios, lucha libre, piratas, vaqueros, misterio-. Muy pocas veces se vieron imágenes pintadas.

 


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