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Historias


Se trata de un ejercicio de rescate de los escritos que he publicado en diferentes sitios Web, en las redes sociales, en periódicos, en revistas y en libros -que incluyen personajes, costumbres y hechos históricos- realizados desde la perspectiva de mi mirada personal y como una manera de abrir ventanas para que la nuevas generaciones aprendan del pasado de su familia, de su terruño, de su país y del mundo.

Una Visión más Humana de la Diabetes


Por: Carlos Crismatt Mouthon

Lo primero que le dicen al diabético es que el azúcar es el diablo, más peligroso que la «kryptonita» para «Supermán».

Pero al mismo tiempo le aconsejan que si después de inyectarse la insulina -o de tomarse la pastilla antidiabética- le da «hipoglucemia» (baja de azúcar en la sangre), entonces se coma unos dulces o se tome un vaso de agua azucarada.

Entonces, ¿qué?

Indiquemos inicialmente que existen tres tipos de diabetes.

La diabetes tipo 1, en la que las células beta del páncreas producen poca o ninguna insulina, la hormona que mediante varios mecanismos regula la cantidad del azúcar en la sangre. Generalmente es de nacimiento y su tratamiento es básicamente con insulina inyectable, dieta y ejercicios.

La diabetes tipo 2, en la que el azúcar no entra en las células con el fin de ser almacenado como fuente de energía y queda acumulado en un alto nivel en la sangre, lo cual se denomina hiperglucemia. Se presenta generalmente en la edad adulta y puede ser tratada con dieta, ejercicio y pastillas antidiabéticas orales.

Existe un tercer tipo llamado «gestacional», que se presenta en las mujeres durante la última etapa del embarazo. Aunque desaparece, ellas y sus bebés tienen mayores probabilidades de tener en el futuro diabetes tipo 2.

El gran peligro de la diabetes es que es una enfermedad silenciosa y cuando se presentan algunos síntomas es porque ya está avanzada, con el ítem adicional que pueden confundirse con otras afecciones.

Por ejemplo, pueden ser infecciones en la vejiga, el riñón y la piel, fatiga, hambre, aumento de la sed, mayor frecuencia de micción, visión borrosa, disfunción eréctil y dolor o entumecimiento en los pies o las manos.

Pero la experiencia indica -tengo ejemplos cercanos- que los diabéticos con un buen control pueden alcanzar una larga vida sin los graves problemas derivados de la enfermedad.

Más no pasa lo mismo con los niveles de ansiedad y estrés que deben soportar los diabéticos por estar influenciados con la idea que deben evitar toparse a toda costa con el azúcar -así sea un leve mordisco al pudín de cumpleaños del nieto-, porque ahí se formó Troya. Además de los regaños de la personas cercanas si lo intenta.

En pocas palabras, a veces la diabetes en personas tratadas hace más daño sicológico que somático.

En cambio, los mismos que aterrorizan a los diabéticos con el azúcar no hacen nada por los que -sin saberlo- soportan la enfermedad y solo se dan cuenta cuando pierden la vista o una pierna.


Es decir, que a pesar de los altos índices de prevalencia no hay una red de salud entre la población -especialmente en zonas marginales- para hacer la «glucometría» en forma sistemática y diagnosticar tempranamente la diabetes a fin de comenzar su tratamiento con cargo al programa respectivo de los sistemas contributivos y subsidiado.

Están como el guante de cátcher, solo esperando que les llegue la bola.

Una forma coloquial de entender el tratamiento de la diabetes es compararlo con una balanza que debe estar nivelada. Así que si se inclina de un lado por el aumento o disminución del azúcar en la sangre, entonces debemos agregar algo del lado contrario para restablecer el balance.

Las autoridades sanitarias establecen un valor normal de 70 a 100 mg/dL en ayunas -sin consumir alimento- y de menos de 140 mg/dL dos horas después de comer.

En la práctica quiere decir que si se tiene alta el azúcar -«hiperglicemia»-, lo indicado es disminuir las comidas con carbohidratos, hacer más ejercicio y tomar a tiempo las pastillas antidiabéticas.

Y si, por el contrario, se pasan en el tratamiento o se hace mucho ejercicio y se baja el azúcar -«hipoglicemia»-, entonces hay que ingerir líquidos azucarados o comer dulces seguido de un vaso de agua.

Si el paciente aprende a controlar ese juego de equilibrio entre la subida y bajada del azúcar en la sangre, la partida estará ganada y la mente y la salud en general preservadas.

PD. Hay que agregar que a veces las dietas que se le ordenan a los pacientes diabéticos hacen más daños que beneficios. Una de las primeras recomendaciones, por desconocimiento de nuestra realidad social, es que coman cosas que no están al alcance de su bolsillo, de tal manera que quedan en las mismas.

Y lo más grave de esto, en mi concepto, es que al no poder consumir lo mandado entonces se dejan de consumir los niveles adecuados de proteinas, carbohidratos, grasas, minerales y vitaminas que se requieren para mantener un cuerpo saludable.

Entonces, deviene la caquexia con la baja de las defensas -especialmente en los adultos mayores- lo que conlleva a que además de las consecuencias de la diabetes se agreguen otras enfermadades que agotan la vida del paciente.

Montería, 11 de abril de 2016

 

© Carlos Crismatt Mouthon

 


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