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Historias


Se trata de un ejercicio de rescate de los escritos que he publicado en diferentes sitios Web, en las redes sociales, en periódicos, en revistas y en libros -que incluyen personajes, costumbres y hechos históricos- realizados desde la perspectiva de mi mirada personal y como una manera de abrir ventanas para que la nuevas generaciones aprendan del pasado de su familia, de su terruño, de su país y del mundo.

Adolfo Pacheco Anillo, el heroico defensor de la música sabanera


Por: Carlos Crismatt Mouthon

El cantautor sanjacintero Adolfo Pacheco Anillo falleció este 28 de enero de 2023, como consecuencia de un accidente automovilístico.

Al pensar en su extenso legado musical, lo primero que tarareo mentalmente es:

"En enero Joche se cogió

un mochuelo en las montañas de María,

y me lo regaló, no más,

para la novia mía."

Pero más allá de mi querencia por el "mochuelo, pico'e maíz y ojos negros brillantinos", tengo que reconocer que su composición más importante es "La Hamaca Grande", no sólo por su poética letra y rítmica melodía, sino por lo que ha significado en la defensa del folclor sabanero.

A finales de la primera mitad del Siglo XX las antiguas sabanas del Bolívar Grande, mejor conocidas como Sabanas de Bolívar, conformada por algunos municipios actuales de este departamento y otros que después hicieron parte de Córdoba y Sucre, vio nacer una pléyade de cultores musicales que se iniciaron con la cumbia interpretada en gaitas y luego domesticaron el acordeón venido de Alemania para ejecutar otros ritmos, como guaracha, paseo, cumbia, porro, merengue y hasta "rock and roll", en lo que se conoció popularmente como "música de acordeón".

Eran los tiempos gloriosos de Andrés Landeros, Lisandro Mesa, Aniceto Molina y Alfredo Gutiérrez, entre otros, que llevaron a que Antonio Fuentes, de "Discos Fuentes", creara en 1962 la todavía recordada agrupación llamada "Los Corraleros de Majagual".

Pero luego, por iniciativa de Consuelo Araújo Noguera, la Cacica, y del compositor Rafael Escalina, con el apoyo del expresidente Alfonso López Michelsen, por entonces primer gobernador del recién nacido departamento del Cesar, se crea y realiza en 1968 el "Festival de la Leyenda Vallenata".

Adicional a esto, la Cacica publica en 1973 su libro "Vallenatologia", en donde autonomamente crea un nuevo ritmo llamado "vallenato", con cuatro aires: paseo, merengue, puya y son; y que debe interpretarse solo con los instrumentos de caja, guacharaca y acordeón

Y además, clasificó a toda la música tocada en acordeón como "vallenato", el que subdividió en unos grupos de acuerdo a la región geográfica de la Costa Caribe, ubicando las creaciones para acordeón de las antiguas Sabanas de Bolívar bajo el extraño nombre de "vallenato sabanero".

Este exabrupto removió las fibras del regionalismo en la zona de las antiguas Sabanas de Bolívar, el que fue rechazado en forma unánime.

Pero de todas estas voces disidentes de la teoría "vallenata" de Consuelo Araújo, estoy convencido de que la más importante, por su fuerza y permanencia, fue la del juglar sabanero Adolfo Pacheco Anillo, que en su genial composición de "La Hamaca Grande", sin estridencias, con actitud conciliadora pero altiva, le dice a la comunidad valduparense:

"Compadre Ramón (bis)

le hago la visita

pa´que me acepte la invitación

quiero con afecto

llevar al Valle en cofre de plata

Una bella serenata

con música de acordeón (bis)

Con notas y con folclor

de la tierra de la hamaca

Acompáñeme (bis)

un collar de cumbia sanjacintera

llevo en mi canto

con Adolfo Pacheco

y un viejo son de Toño Fernández

Y llevo una Hamaca Grande

más grande que el cerro e´Maco (bis)

Pa´que el pueblo vallenato

meciéndose en ella cante

Y conseguiré (bis)

a un indio faroto

y su vieja gaita que solo cuenta

historias sagradas

que antepasado recuerdo esconde

Pa´que hermosamente toque

y se diga cuando venga (bis)

Que también tiene leyenda

cual la de Francisco el Hombre."

Para finalizar esta nota, quiero registrar la época en que conocí y compartí con el maestro Adolfo Pacheco, en la década de los 80.

Sucedió en la finca de mi amigo y compañero de estudios en La Esperanza Edgardo Lora Barraza, en las goteras de San Jacinto.

Allí nos invitaba en la época en que Edgardo fue gerente departamental y yo era asesor técnico en la Caja Agraria de Bolívar.

Y uno de los invitados a la reunión, con vocación de parranda, era el compositor Adolfo Pacheco Anillo, que se convertía en el alma y centro de la conversación.

Para esos tiempos yo era aficionado a la colombofilia y aprovechaba esas salidas para llevar y soltar las palomas mensajeras criadas en mi "Palomar de Crespo".

Al verme en esa actividad, el maestro Adolfo se interesó y terminé siendo para él "el hombre de las palomas", como me bautizó.

Cartagena de Indias, enero 29 de 2023.

 

© Carlos Crismatt Mouthon

 


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