Bienvenido a Cartagena de Indias

Mi Cartagena de Indias


Portadas de las 'novelitas de vaqueros'.

LAS NOVELITAS DE VAQUEROS

Por: Carlos Crismatt Mouthon

Nunca en Cartagena se había disparado tanto la lectura como en la década de los 50 del siglo XX, con la aparición de una serie de 'bolsilibros' que narraban las historias del lejano oeste norteamericano.

Se les conoció genéricamente como 'novelitas de vaqueros' y en cada una un héroe -de más de 6 pies de altura y con 2 pistolas Colt 45 con las que disparaba desde las fundas- resolvía los diferentes problemas que se presentaban por las disputas de tierras entre los granjeros o por las bandas de forajidos que azotaban a las poblaciones.

Los personajes eran los mismos de la películas del género que vimos salidas de Hollywood: el 'sheriff' con su placa, el rico hacendado, la bonita hija del hacendado, los peones de las haciendas, la taberna y el tabernero donde se bebe y se juega, los viajeros que llegan en las diligencias, los forajidos que asaltan las diligencias, el banquero y el banco que va a ser asaltado y el pistolero que viene a retar al héroe, entre otros.

En Europa estas 'novelitas de vaqueros' sirvieron de estímulo para las películas del oeste, ya que muchos de los títulos publicados fueron llevados a la pantalla grande. Se filmaron en las versiones españolas -las 'chorizo western'- e italianas -las 'spaghetti western'-.

De estas últimas son muy recordadas en Cartagena la llamada 'Trilogía del Dólar' -'Por un puñado de dólares', 'Por unos pocos dólares más' y 'El bueno, el malo y el feo'-, todas con Clint Eastwood, así como 'Django', con Franco Nero, quien tiene un hijo en esta ciudad.

Los ejemplares no pasaban de las 100 páginas -del tamaño de un cuarto de hoja-, así que eran devoradas en un santiamén por los cientos de fanáticos que tenían en los diferentes barrios de la ciudad. Era tal la ansiedad y velocidad de lectura, que el bolsillo no podía llevar el mismo ritmo en su compra, ya que si bien eran relativamente baratas pasaba como con la producción de huevos, que uno no daba ganancias, pero miles sí eran negocio. Una novelita se podía comprar, pero 30 cada mes era difícil.

Así que entonces surgió la reventa e intercambio de las novelitas leídas. El punto de encuentro era en los bajos del edificio Araújo, junto a la puerta de entrada, en el pasaje entre las avenidas Venezuela y Daniel Lemaitre. Allí -en un puesto de revistas y libros de segunda- se podía venderlas, comprarlas o simplemente cambiarlas por otros títulos que no se habían leído.

Las compras de las usadas tenían un valor sensiblemente menor que las nuevas y por el intercambio se pagaban apenas unos centavos. Aunque se hacía, era mucho menos frecuente el canje directo entre los lectores.


Portadas de las 'novelitas de vaqueros'.

En esos tiempos en Cartagena no había expendios oficiales de las novelitas nuevas, entonces la mayoría eran compradas en Barranquilla -que contaba con la Librería Nacional, que fue fundada en esa ciudad en 1941-, en donde se encontraban diversidad de autores, títulos y series, mientras que otros las conseguían en sus viajes a Bogotá. Los lectores las compraban en buena cantidad y luego las revendían usadas a los libreros, como el del edificio Araújo.

Estas 'novelitas de vaqueros' fueron impresas inicialmente por la editorial española Bruguera, que tenía entre sus autores nombres reconocidos como Keith Luger, Silver Kane, Lou Carrigan, Clark Carrados, Frank Caudett y Donald Curtis. Y entre ellos dos con nombres castizos, Fidel Prado y el superexitoso Marcial Lafuente Estefanía.

Además, venían en diferentes series que daban una idea anticipada de la trama de sus novelas, como Ases del Oeste, Arizona, Bisonte, Búfalo, Colt 38, Cuatreros, Héroes de la Pradera, Rurales de Texas, Salvaje Texas y Vaquero, entre las que recordamos.

Eran ediciones en papel barato y encuadernación sencilla, escritas en un lenguaje descriptivo y directo que facilitaba la lectura y mantenía el interés de principio a fin, de tal manera que se leían de un tirón.

Fue tan bueno el negocio para las editoriales -ya que se vendían como pan caliente-, que ampliaron su oferta con otros géneros -como las de policías y detectives-, en los cuales participaron también novelistas de vaqueros como Keith Luger.

Muchos lectores tenían cierto recelo por las de autores con nombres españoles, así que preferían la lectura de los que eran anglosajones, como los referidos . Pero lo que no se sabía en esos tiempos era que todos estos escritores eran españoles, pero que asumían un seudónimo con nombres y apellidos 'gringos' para que los lectores sintieran que quienes escribían eran nativos norteamericanos y estaban bien compenetrados con las historias de la conquista del viejo oeste.


Antonio Vera Ramírez -'Lou Carrigan'- y Marcial Lafuente Estefanía.
[Foto: Editorial Bruguera]

Así -por ejemplo-, 'Silver Kane' era Francisco González Ledesma, 'Keith Luger' era Miguel Oliveros y 'Lou Carrigan' era Antonio Vera Ramírez. Pero ahí no terminaba todo, ya que el mismo nombre de Marcial Lafuente Estefanía se convirtió en un seudónimo bajo el cual -además del padre- escribían igualmente sus hijos Francisco María y Federico María Lafuente Beorlegui, aún después de su muerte.

En una entrevista, Francisco González Ledesma -'Silver Kane'- reconoce que la editorial Bruguera le dijo que se buscara un seudónimo 'porque con un apellido como González nadie se iba a creer una novela del Oeste'. Por eso hay que destacar el éxito de Marcial Lafuente Estefanía, quien nunca acogió la recomendación de su editorial y siguió utilizando su nombre hispano hasta el fin de sus días.

Lo que queda en el aire fue la manera de cómo se concilió la escritura por parte de novelistas españoles con las formas idiomáticas del grueso público hispanoparlante de América -incluidos Estados Unidos y Canadá-, que era el objetivo de las editoriales.

Tengamos en cuenta que el español utiliza el 'voseo' -vos, vosotros, vuestro-, así como palabras -'hostia' y 'tío'- y frases típicas de esa cultura, lo que nunca se vio en estas novelas llegadas a Cartagena. Pudo ser que las editoriales les exigieran escribir en lenguaje neutro o universal, o que utilizaran a expertos para adecuar los textos.

Lo cierto es que cuando se creía que las 'novelitas de vaqueros' eran escritas en lengua inglesa por autores norteamericanos, la sensación era que los traductores al español habían acertado en el tono y en el uso preciso de los términos y formas coloquiales de quienes hablamos este idioma en América. Ahora pienso en lo tonto que fuimos.

 


      Cartagena de Indias Web © 2011
Diseño y Edición: Carlos Crismatt Mouthon
Web: www.cartagenadeindiasweb.com
Dirección alterna: cartagenadeindiasweb.tripod.com
E-mail: cartagenadeindiasweb@gmail.com
Políticas de uso
Cartagena de Indias - Colombia - América del Sur
Te informamos que
 This free script provided by JavaScript Kit