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Cartuchos para fabricar buscapiés decomisados en Cartagena. [Foto: El Universal]

DE LAS CHISPITAS AL BUSCAPIÉS

Por: Carlos Crismatt Mouthon

Esta nota no pretende fomentar el uso de la pólvora, ya que está prohíbida por la legislación colombiana y causa graves quemaduras en los niños. Se publica para dejar constancia de una de las costumbres de los habitantes de nuestra ciudad en la mitad del siglo XX.

Además de los disfraces, comparsas, música, bailes y ron, uno de los distintivos de las Fiestas del 11 de Noviembre de mitad de siglo XX fue la quema de elementos pirotécnicos individuales como las chispitas, los triquitraques, las carpetas, las cebollitas, los tiritos y los buscapiés. Era algo que diferenciaba los regocijos populares cartageneros de los otros celebrados en el país.

Por ejemplo, en otras latitudes era común el uso de los llamados volcanes, unos conos de cartón que al encenderlos quemaban la pólvora expeliendo chispitas de colores y al final hacían un fuerte estallido. Lo mismo que los voladores que surcaban el cielo para anunciar las festividades religiosas.

En esa Cartagena no había inhibiciones ni prohibiciones para el uso de estos artefactos, por lo que se vendían libremente en las tiendas de los barrios. Para los más niños era como un inicio enseñarles a manejar las 'chispitas' -también llamadas 'bengalas'-, que eran unos pedazos rectos de alambre recubiertos con una mezcla de material combustible seco -entre ellos el salitre-, excepto en la punta por donde se agarraba. Al encender cada 'chispita', se le daba vueltas con el brazo extendido para que los puntos incandescentes se esparcieran y crearan una lluvia destellante.

Estas 'chispitas' tenían un sustituto para cuando no había más monedas o se habían acabado en la tienda. Se trataba de la esponjilla metálica de la cocina -el llamado 'brillo'- que tiene la particularidad de quemarse igual que la 'chispita', para lo cual se la amarraba a la punta de un palo.

El punto negativo de ambas estaba en las pequeñas quemaduras que se hacían a la piel y tejidos sobre los que caían las chispas.

Y también que los niños al no poder controlar las 'chispitas' las botaran y cayeran sobre su propio cuerpo o el de otra persona.

Después llegó el uso del 'triquitraque', que no eran más que pequeños pegotes azules -del tamaño de una moneda de diez centavos- que venían adheridos en papel de envolver.

Para su uso se despegaba y se raspaba sobre el piso, tras lo cual se encendía y empezaba a botar chispas mientras saltaba por el piso. El mayor peligro que era que a veces se pegaba en los dedos y no se podía botar después de rasparlo, por lo producía graves y dolorosas quemaduras.

Sin embargo, una mayor preocupación llegó a los padres de familia cuando en la prensa nacional salió la noticia de que en Bogotá una pareja se había suicidado mediante envenenamiento por haber ingerido 'totes', y se supo entonces que ese era el mismo 'triquitraque' que usábamos los niños en Cartagena. La causa era que estaba fabricado con fósforo blanco, que provoca la muerte por daños en hígado, corazón y riñón.


Prendiendo varios 'buscapiés' al tiempo y dejando que 'cojan fuerza'. [Foto: Canal edb22 Youtube]

Otra moda que atrapó a los niños fueron las 'carpetas', que eran envoltorios triangulares aplanados de papel grueso y de pequeño tamaño que tenían en su interior una mezcla de componentes explosivos y una mecha que sobresalía, de tal manera que al encender esta ultima estallaba con un fuerte sonido. Se consideraban seguras, ya que después de encender la mecha daba tiempo para lanzarlas, lo mismo que por su escasa cantidad de explosivos no producía daños personales ni materiales.

Otra 'arma' de las fiestas era la 'cebollita', de una simpleza pura, ya que consistía en una mezcla de sustancias explosivas envuelta en papel tipo mantequilla que formaba una bola del tamaño de un ajo, pegada con engrudo y apretada con hilos de coser. Su uso se limitaba a tirarla para que explotara con el impacto contra una superficie dura, tras lo cual causaba un fuerte ruido. El peligro era que mal direccionada podía golpear a alguien en la cabeza y reventar allí.

Después venía en la escala el 'tirito', del tamaño y forma de un cigarrillo con filtro pero un poco más grueso y hueco por dentro, envuelto en papel blanco y con una depresión circular hecha con un hilo fuerte a más o menos un centímetro de una de las puntas -lo que se llamaba 'cuello'- para formar la cabeza del 'tirito', la que se rellenaba con una masa húmeda de azufre que después se dejaba secar.

El resto del cuerpo del 'tirito' se rellenaba con una mezcla de sustancias explosivas -entre ellas salitre y clorato de potasio-, que al ser calentado por la cabeza de azufre encendida estallaba y reventaba el envoltorio de papel con un sonido fuerte y seco. Para evitar que esta mezcla se saliera por la punta, se tapaba con barro y también se dejaba secar.

Para que se encendiera el 'tirito' se agarraba por el 'cuello' y se le ponía al azufre la punta de un cigarrillo encendido. La calidad de los lotes de 'tiritos' se medía por la efectividad de explotar, ya que por mal almacenamiento o defectos de fabricación muchos se 'follaban', es decir que se prendía el azufre pero no explotaban.

En la cima de los juguetes pirotécnicos de la Fiestas del 11 de Noviembre -ahora llamadas Fiestas de la Independencia- estaba el temible y terrible 'buscapiés', el temor de las ancianas y de la reinas cuando iban en las carrozas. Su forma era la de un 'tirito' con esteroides, pero con diferencias fundamentales en su preparación.


Lote de 'buscapiés' con el forro azul en su cabeza. [Foto: Canal edb22 Youtube]

Por un lado, la cabeza estaba rellena de pólvora negra y recubierta con un papel fino -por lo general azul- que se ataba con un hilo a la altura de su cuello. Y por la parte inferior se llenaba de una mezcla de pólvora negra, salitre -nitrato de sodio y nitrato de potasio-, azufre, clorato de potasio y otros químicos -de acuerdo con el fabricante- que cumplía una doble función de servir de empuje como en los cohetes -para que corriera entre los pies de las personas- y de explotar al final del recorrido.

Para encenderlo, los expertos agarraban el 'buscapié' por el cuello, le quitaban el papel para dejar la pólvora al descubierto y entonces le ponían la punta encendida del cigarrillo. En ese momento, por la cabeza comenzaba a salir fuego, pero se sostenía fuertemente sin soltarlo hasta que 'cogiera fuerza', hasta que finalmente se soltaba a ras de piso o se tiraba a un grupo de personas pero siempre en dirección al suelo para impedir que se fuera hacia el cielo como un 'volador'.

Un requisito indispensable de un buen experto en tirar 'buscapiés' era contar con un guante de cuero grueso, ya que en muchas oportunidades estallaba anticipadamente antes de que 'cogiera fuerza', lo que ocasionaba lesiones graves, a veces con amputación de falanges.

Por lo general no se utilizaba aisladamente, sino en las llamadas 'guerras de buscapiés', en donde grupos de jóvenes de ambos sexos se enfrentaban lanzándolos entre ellos. Al principio fueron famosas las 'guerras' que estaban concertadas tácitamente en las zonas del Paseo de los Mártires, la Boca del Puente y las plazas de Los Coches y de La Aduana. Posteriormente, en los años 60, se trasladaron a los barrios de Manga y Bocagrande, especialmente en éste último en donde se enfrentaban en dos esquinas diagonales -una en la panadería ‘Pan Caliente’- en la Avenida San Martín.

Estaba tan entronizado el 'buscapiés' en el alma de los cartageneros, que hasta la misma alcaldía los regalaba en el día del Bando. Su fabricación también era tradicional, ya que unas familias eran las que tenían a su cargo su fabricación y distribución, entre ellas los Acosta y Lavalle. Pero después de ellos fue entonces cuando apareció el potente y tenebroso 'Camberra', un 'buscapié' con musculatura de 'Rambo' que sobrepasaba en todo a sus antecesores. Comparados con una 'guerra' de 'Camberras', sus antecesores parecían simples 'tiritos'.

Con el paso del tiempo, la presión de las entidades de salud pública y de organizaciones privadas también llegó a Cartagena, lo que coincidió con las graves lesiones provocadas por los 'Camberras' en manos de jóvenes que se hipnotizaron con su poder y no pudieron controlar su uso. Hoy -aunque no se cumple- existe en la ciudad la prohibición del uso de la pólvora -incluyendo a los 'buscapiés'-, especialmente en las Fiestas de la Independencia y en la época de Navidad. Y es irónico que en los últimos años uno de los temas musicales más sonados de las fiestas es 'El Buscapié', del sanjuanero Hugo Bustillo.

 


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