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El monumento a 'Los Alcatraces' en la avenida Santander de Cartagena de Indias.

EL ALCATRAZ CARTAGENERO

Por: Carlos Crismatt Mouthon


El monumento a 'Los Alcatraces' restaurado en 2013. [Foto: El Universal].

Cuando los visitantes de la ciudad pasan por el sector amurallado de la avenida Santander ven con agrado un monumento dedicado a los alcatraces, que en grupo vuelan hacia el norte. Bueno, menos uno que parece que no se dio cuenta cuando los otros levantaron el vuelo y se quedó solo en tierra.

Esta obra fue elaborada por el escultor español Eladio Gil Zambrana -el mismo del monumento a la 'India Catalina'-, y que fue instalada en 1974 como un homenaje al escritor e historiador Daniel Lemaitre.

El Alcatraz

Llega cuando el invierno empaña el día
y, heraldo de la recia tribunada,
bate por la quietud de la ensenada
el remo gris de su melancolía...

De pronto corta el vuelo; se diría
que lo ha herido la muerte a la pasada,
y cae como cosa abandonada
y rompe el vidrio azul de la bahía.

Certero, al deglutir, del pico enorme

sale un reflejo de metal pulido:
¡es el trágico fin de un pez que albea!

Después, viejo filósofo conforme,
como si nada hubiera sucedido,
se deja columpiar por la marea...

Daniel Lemaitre

Pues bien, hasta allí todo parece normal, pero la cosa cambia cuando quienes vienen de otras ciudades costeras marinas detallan que los que aparecen como alcatraces son simplemente pelícanos. Y tienen razón, ya que por tradición los cartageneros somos propensos a cambiarle el nombre a las cosas. Por ejemplo, ya hemos anotado en otro lado, que a las 'libélulas' le decimos 'caballito del diablo'. Y llamábamos 'chivo' a la moneda de un centavo y 'chiva' a los viejos buses de madera de transporte urbano.

El alcatraz que decimos en Cartagena es el 'pelícano pardo del Caribe' -'Pelecanus occidentalis occidentalis'-, que de acuerdo con la descripción de los libros de ciencias naturales se reconoce porque tiene una enorme bolsa de piel desnuda debajo de su pico, que alcanza hasta tres veces la capacidad de su estomago. Para pescar, se zambulle en el mar desde unos 10 metros de altura y luego de meter la presa en la bolsa, deja que drene el agua por sus lados antes de tragarla.


El pelícano pardo Caribe, llamado alcatraz en Cartagena de Indias. [Foto: Wikipedia]

Entre otras cosas, el pelícano -nuestro alcatraz- tiene la particularidad de ser el único animal que por medio de su garganta convierte el agua salada en agua dulce para su propio consumo y el de sus crías. Además, en los libros 'bestiarios' de la edad media se consignaba que el pelícano alimentaba a sus polluelos con su propia sangre y por ello fue el símbolo -entre otros- de los 'Rosacruces' y de los 'Francmasones del Rito Escocés Antiguo y Aceptado'.

Rebuscando en el 'disco duro', recordamos que ya en la mitad del siglo XX se vendía en la ciudad la 'tinta china' de marca 'Pelikan' usada para el dibujo y que tenía como logo la imagen de un pelícano con el característico pico de nuestro alcatraz. Quizás pensamos que los equivocados eran los de la empresa fabricante.

Logo de la 'tinta china' de marca 'Pelikan'.

Por otro lado, hay que incluir algunos detalles del verdadero alcatraz, que tiene un plumaje blanco con las puntas de las alas oscuras, pero que comparte con el nuestro la misma habilidad de lanzarse a 100 kilómetros por hora para sumergirse en el agua. No tiene bolsa de piel debajo del pico, así que su silueta es más aerodinámica. Carece de aberturas externas en la nariz, pero sí tiene unos agujeros secundarios que -al igual que los pequeños del oído- puede cerrar a voluntad cuando se zambulle.


Este es el verdadero alcatraz. [Foto: Wikipedia]

En nuestro medio el 'pelícano-alcatraz' hace parte de la tradición, al lado de la 'mariamulata' y el 'cangrejo azul'. Esto pesó mucho para que el empresario Amín Díaz -el mismo del picante 'Ajibasco'- bautizara con el nombre de 'Alcatraz' la primera nave de turismo que construyó para abrir la ruta de los paseos en yate a las Islas del Rosario, y que repitió en las que le siguieron. También el alcatraz sirvió para crear a 'Dany' una de las mascotas de los Juegos Centroamericanos y del Caribe que se desarrollaron en Cartagena en 2006.

Cuando no existía la avenida Santander y salíamos del colegio de 'La Esperanza' y pasábamos por la puerta del 'Boquetillo' para hacer los ejercicios de educación física en la playa, era común verlos volar hasta que descubrían al cardumen y se tiraban al agua en veloz picada, para luego de capturar el pez dejarse llevar por la corriente del mar mientras se lo tragaba moviendo el pico de arriba a abajo.

'Dany', una de las mascotas de los Juegos Centroamericanos y del Caribe 2006, y una vieja postal del yate 'Alcatraz'.

Algo curioso con el alcatraz cartagenero era que en las zonas habitadas de Crespo, Marbella, Cabrero, Centro y Bocagrande se les veía pasar por las tardes -de oriente a occidente- en grupos de 10 a 20 para buscar los manglares dormitorios, en una formación cambiante en la que las gentes esperaban los días lunes ver el momento en que crearan el número en que iba a caer la Lotería de Bolívar.

Eran los tiempos en que los 'billetes' de la lotería estaban divididos en cinco fracciones y por lo tanto en el habla popular se le nombraba a cada una como un 'quinto'. Aunque después el número de fracciones fue mayor, el término 'quinto' se continuó usando durante muchos años como sinónimo de 'fracción' de la lotería.

Así que una vez los especialistas 'veían' el número a través de la alineación de los alcatraces en vuelo, entonces se compraba el respectivo 'quintico'.

Con la apertura de la avenida Santander y los trabajos de los espolones, la pesca indiscriminada tanto con dinamita por parte de los pescadores artesanales como de las mallas de arrastre de las empresas pesqueras, así como la contaminación de los cuerpos de agua interiores, se disminuyó la población de peces y ahora los alcatraces se limitan a esperar parados en el mangle a que tiren los desperdicios a las aguas de la Ciénaga de las Quintas frente al mercado de Bazurto, o nadando en las aguas de la bahía a que los arrojen desde las naves fondeadas.

Los alcatraces más viejos, ya casi en trance de muerte, se paran en las desgastadas estacas de madera bajo los puentes de la ciudad para que los también viejos pescadores -que ya no pueden salir a mar abierto- les den parte de los peces capturados. Y otros hasta se atreven a entrar en los patios de las casas a orilla de los caños para buscar algo que comer entre la basura.

 


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